Esta semana conocíamos los datos de paro del mes de abril. De acuerdo con la información que publica el SEPE, la situación que deja a la economía española con una nueva cifra de parados que, pese a no ser tan pasmosa como algunos esperaban, sí arrojan un claro pesimismo sobre la economía. Y es que, en cuestión de meses, la pandemia se ha cobrado ya más de 950 000 empleos que han sido destruidos ante el duro shock de oferta que presenta la economía ante las medidas de distanciamiento social.
En este contexto, la actividad económica se encuentra prácticamente paralizada ante el bloqueo que presenta un estado de alarma bajo confinamiento social, deteriorando así la situación de las empresas en el país. Una situación a la que, debemos añadir, le precede lo que comentábamos hace unas semanas. Una situación que, como dijimos, se presenta con un tejido productivo que, con 57 días de caja media, ya soporta más de 55 días de confinamiento. En este sentido, los días que puede aguantar una compañía —de media— en España manteniendo los costes fijos y sin percibir ingresos se agotan, acabando con la liquidez de unas empresas que, también cabe destacar, presentan una escasísima liquidez; contando con el 3 % de la liquidez empresarial europea (Francia con el 20%).
En este sentido, teniendo también en cuenta que hablamos de un tejido empresarial que se compone, en casi su totalidad (99,88%), de pequeñas y medianas empresas, la situación para los empresarios españoles es complicada. Y es que, los limitados, y escasos, recursos de las empresas españolas, pese a presentar un menor nivel de endeudamiento en contraste con la Gran Recesión, dificultan la gestión, así como la supervivencia, de unas empresas que, como venimos diciendo, precisan de herramientas mucho más flexibles que, como los ERTES —pero en un formato distinto y con mayores garantías de acceso—, faciliten la adaptación a la coyuntura; evitando, a su vez, la pérdida de capacidad productiva.
Y es que, de no comenzar a adoptar medidas, tal y como reflejan los datos de paro del mes de abril —los cuales son preferibles a los de una EPA que recogía únicamente 16 días de confinamiento, de impacto en la economía—, y pese a no recoger el número de trabajadores que se encuentran en un ERTE al no exceder la suspensión del plazo fijado de tres meses, muestran un escenario complicado. Un escenario que nos acerca a esos pronósticos que, emitidos desde distintos organismos —incluyendo al Banco de España—, muestran unas previsiones para el mercado laboral español que no llaman al optimismo. Un escenario en el que, de acuerdo con los pronósticos, podríamos llegar a rebasar el umbral del 20 % en la tasa de desempleo en el país.
La situación se está volviendo cada vez más difícil. En este sentido, los datos de abril, los cuales nos dejan la friolera de 282 891 parados nuevos, reflejan un escenario, como poco, preocupante. En primer lugar, estamos hablando del mayor repunte mensual de la serie histórica. Es decir, un repunte que no se percibe desde que el SEPE lleva el registro de nuevos parados. Una situación que se agrava cuando tenemos en cuenta la estacionalidad del mes de abril. Es decir, que estamos ante un mes de abril que, tal y como refleja la serie histórica, nunca ha destruido empleo, salvando los meses de abril de 2008 y 2009; cuando la Gran Recesión acababa con el empleo de 40.000 personas.
Sin embargo, si nos fijamos en la última cifra que recogía el párrafo anterior, podemos observar cómo, efectivamente, hablamos de una destrucción que, en el peor de los casos, dejó 40 000 nuevos parados en los meses de abril de los años de la Gran Recesión. Si contrastamos con el mes de abril del año vigente, estamos hablando de una diferencia de 243 000 nuevos parados que sitúan el mes de abril como el peor mes de abril de la historia. Y es que, teniendo en cuenta al mes que nos referimos y la estacionalidad que este presenta, hablamos de un mes en el que la contratación siempre se ve reforzada por el inicio de la temporada turística en el país.
Por otro lado, también preocupan datos como los que arroja el SEPE sobre el gasto mensual en prestaciones por desempleo. Aunque la tasa de cobertura sea un buen indicador de que nadie queda atrás, estamos hablando de un incremento relativo del 207,15 %. Una brutalidad en todos los sentidos y enfoques que le demos. Con 4 512 millones de euros, el gasto mensual en prestaciones se ha triplicado, como podemos observar a la luz de los datos. Otro récord histórico que, con un déficit que prevé dispararse cuando esta situación se disipe, así como una deuda que podría rebasar el umbral del 120 % en relación con el PIB, que, como decía antes y como poco, debería preocuparnos.
Concluyendo con el artículo, si miramos cómo se ha comportado la destrucción de empleo por sectores, podemos observar que no hay nada que resaltar en este aspecto. En este sentido, estamos hablando de que, en términos relativos, la repercusión de esta destrucción por sectores es bastante similar. El sector servicios, la industria y la construcción han experimentado una destrucción de empleo que, en los 3, oscila en una horquilla de entre el 7 y el 9 %. Por esta razón, nada que resaltar en este aspecto. Aunque todavía, como decía, debemos esperar a ver cómo computan los ERTE y qué ocurre con el mercado laboral cuando toda la tormenta sanitaria se disipe.
En resumen, estamos hablando de un problema de gran calado al que debe enfrentarse la economía española. Con una tasa media de paro en la serie histórica del 17 %, así como un desempleo estructural que se situaba en el 14 % —33 % en términos de paro juvenil—, España debe repensar cómo piensa crear empleo con reformas que pretenden acabar con el pilar fundamental de la reforma laboral: la flexibilidad del mismo. No es momento de hablar de desempleo institucional —aquel que deja de crearse por la rigidez regulatoria del Estado—, sino de crear empleo. Un empleo que vamos a tener que impulsar con nuevas reformas e incentivos; al menos si lo que persigue el Gobierno es que la economía se recupere.
Para ello, quiero concluir, desde Fundación Civismo, y como jefe del servicio de estudios, hemos propuesto una serie de medidas entre las que se encuentra el suprimir barreras de entrada al mercado laboral —de forma temporal— como el salario mínimo interprofesional. Es hora de mirar y apostar por el empleo. Siempre me ha gustado decir que el mejor subsidio, sin lugar a dudas, es un empleo. Ahora, es momento de crear empleo y dinamizar la economía española. Pues si vamos pensando en rigidez y regulación, en la coyuntura en la que nos encontramos, el mercado laboral español podría tardar años en recuperarse.