En un momento en el que la economía española encadena su tercer año con un fuerte crecimiento gracias entre otros factores a la moderación salarial, cada vez son más las voces –no sólo sindicales– que reclaman que parte de esta riqueza se dirija a un incremento de salarios, lo que podría dar un impulso adicional al consumo. Precisamente, esto es lo que ha reclamado la ministra de Empleo y Seguridad Social, Fátima Báñez, cuando esta semana ha pedido a los empresarios que aprovechen el buen momento de la economía para “acompasar” los salarios a la creación de empleo que, según la Seguridad Social, crece con un ritmo anual del 3,8%.
El presidente de la patronal CEOE, Juan Rosell, ha tomado nota y se ha apresurado a ofrecer a los sindicatos un incremento de los salarios más bajos por encima del 2,5%. Éste era el techo retributivo que hasta ahora tenía la patronal en la negociación que mantiene con los sindicatos sobre los convenios de este año. La discusión podría concluir antes de acabar julio.
Sin embargo, algunos organismos, como el Banco de España, han advertido de que precipitarse no sólo frenará la creación de empleo, sino que también disparará la inflación. Los economistas opinan que sí es el momento de subir los salarios, pero con cautela y permitiendo a las empresas descolgarse del acuerdo del sector si no se lo pueden permitir.
La variable clave para ver hasta qué punto pueden mejorar los salarios es la productividad. “Subir los salarios por encima de la productividad condenaría a muchas empresas a perder dinero, a despedir a parte de su plantilla o a cerrar”, explica José Antonio Herce, socio de Analistas Financieros Internacionales. “Decretar subidas del 2% ó el 3% dejaría a algunas empresas sin poder respirar”, señala, por lo que insiste en mejorar antes la formación y la gestión de la empresa, con el objetivo de elevar la productividad para evitar efectos negativos.
Con todo, otros expertos son más optimistas. Francisco Vidal, economista jefe de Intermoney, sostiene que hay que ver cuándo hay márgenes para subir salarios. Por ello, “hay que fijar un mínimo o un sistema de bandas para las subidas de salarios, pero permitiendo que haya quien se descuelgue de los acuerdos sectoriales”.
En sus negociaciones con los sindicatos, la patronal plantea una horquilla de incremento salarial comprendida entre el 1% y el 2%), que se podrían ver complementadas hasta medio punto adicional en función de la productividad. UGT y CCOO hablan de una subida de entre el 1,8% y el 3% con una cláusula para que los salarios no pierdan poder adquisitivo en relación con la inflación.
Algunos economistas señalan que las empresas se pueden permitir estas subidas, después de varios años de recuperación de los beneficios. Sin embargo, otros señalan que estas cifras podrían ser muy ambiciosas para el conjunto del tejido empresarial. “El aumento debería adaptarse a las circunstancias de cada empresa, señala María Jesús Fernández, economista sénior de Funcas. Un aumento generalizado por encima del 1,5% o del 2% sería demasiado”. Fernández explica que el buen comportamiento de la economía se debe a la mejora de la competitividad, que ha permitido incrementar la inversión. Sin embargo, el equilibrio entre productividad y sueldos se podría romper con una subida desmesurada de los salarios.
Cuidado con las pymes
Pedro Schwartz, de la Universidad de Buckingham, es más vehemente y rechaza la negociación colectiva. “Habíamos hecho una reforma para que las subidas dependieran de la situación de cada empresa –señala–. Para algunas pymes, empezar a subir salarios puede ser terrible”. A pesar de la teórica descentralización de las condiciones laborales, menos del 6% de los trabajadores está cubierto por el convenio de la empresa, frente a la hegemonía de los sectoriales.
Además, Schwartz señala que la subida de salarios para mantener el poder adquisitivo “podría generar efectos de segunda ronda” sobre la inflación, que llevarían a nuevas reivindicaciones salariales. El Banco de España ya alertó do en su Informe Anual, publicado a principios de mes, del “reto de evitar una excesiva traslación del aumento de los costes energéticos a los precios finales y a los salarios, que reduzca la competitividad de la economía española”. Si la subida de la luz y el petróleo no se traslada a los salarios, “los efectos de su repunte reciente sobre la inflación son transitorios”, señala. De otra forma, el alza de precios en bienes muy concretos se extendería al resto de los productos y se acabaría consolidando.
Sin embargo, la situación se puede entender de otra forma. El profesor del IESE Javier Díaz Giménez explica que “el peso de los salarios en el PIB ha caído durante la crisis, mientras que las rentas empresariales han subido”. Por ello, el economista ve margen para la subida de salarios, ya que “si el PIB sube un 3% este año, significa que hay 30.000 millones más para repartir entre salarios y beneficios. Con esta cifra se puede hacer distintas propuestas”. Además, Díaz Giménez destaca que un peso mayor del consumo reforzaría el crecimiento “siempre que no se fuerce a subidas salariales a las empresas en pérdidas”, porque “el multiplicador de las subidas de salarios sobre el PIB es mayor que el de la inversión”. Además, hay que tener cuidado con que la subida de salarios se haga a cargo de los beneficios, porque “si se filtrara a los precios se perdería competitividad”.
En cambio, el profesor de la Universidad Complutense Francisco Cabrillo, no tiene tan claro este cálculo y advierte de que “el argumento de la subida del consumo no es cierto siempre, ya que la demanda se puede trasladar a productos fabricados en el extranjero”. Además, señala que es muy difícil generalizar, porque “sigue habiendo empresas con muy baja productividad, el mercado laboral está muy segmentado”. Por ello, una subida de salarios “del 1,5% O el 2% podría dificultar la creación de empleo, ya que no sólo se perdería competitividad en el exterior, sino que las empresas podrían ceder cuota de mercado dentro de España, y estos efectos son mayores cuanto más abierta es la economía”.
Además, hay otro argumento que rebaja el efecto del aumento salarial sobre el consumo: tal como señaló recientemente el Banco de España, quienes más aumentan el consumo no son los trabajadores ya ocupados con subidas salariales, sino quienes encuentran empleo o perciben más seguridad en el mercado laboral en general, ya que esto incrementa su confianza y su consumo de bienes duraderos. Por ello, quizá concentrar el incremento de las rentas salariales en la creación de empleo, en lugar de repartirlo entre nuevos puestos de trabajo y alzas salariales, tenga un mayor efecto sobre la demanda.
Aplazar las subidas
Quizá por ello, hay expertos que reclaman aplazar casi por completo la subida de sueldos. Almudena Semur, coordinadora del Servicio de Estudios del IEE, subraya que “para conseguir incrementos de salarios que afecten al mayor número de personas es necesario alcanzar el pleno empleo”, para, entonces, “garantizar un crecimiento sostenible de los sueldos mediante aumentos de la productividad”. La economista se muestra reacia a fijar “los salarios en función de variables de precios”, ya que esto se podría llevar por delante a los empleados en peor situación.
Con todo, Francisco Vidal señala que ya se están produciendo ciertas mejoras salariales, aunque concentradas en algunas compañías o puestos. “Cuando las empresas tienen unos márgenes elevados, a veces optan por subir los sueldos. Pagar estos salarios de eficiencia permite reducir la rotación y mejorar la productividad”, explica. Además, estas mejoras salariales específicas se empiezan a extender. “Ahora se empiezan a hacer más contraofertas en algunos sectores para retener a los trabajadores frente a los fichajes, aunque de momento esta competencia tiene lugar en por profesionales y en sectores concretos”, añade Vidal. La subida de sueldos ya ha empezado, aunque a muy distintas velocidades.