Ha habido épocas en las que tener un trabajo aseguraba unas condiciones de vida que permitían independizarse de los padres, formar una familia o comprarse un piso. Esto, sin embargo, parece haber quedado en el pasado, como demuestran los datos estadísticos de la última década. Según Eurostat, en 2010 un 8,3% de los trabajadores europeos estaban en riesgo de pobreza, porcentaje que no ha hecho sino aumentar en los últimos años, alcanzando un 9,6% en 2016 y descendiendo levemente, hasta 9,4%, en 2017. Este es especialmente el caso de los jóvenes, pues en esta situación se hallaba hasta el 11% de los empleados de entre 18 y 24 años en la Unión Europea. En este grupo poblacional, las divergencias resultan notables. En 2017, iban desde el 28,2% de Rumanía hasta el apenas 1,5% de República Checa. España ostenta una de las tasas más elevadas (19%), si bien ha bajado significativamente desde 2015, cuando superaba el 24%.
No obstante, pese a la mala situación de la que se partía tras la crisis, el empleo se ha recuperado notablemente en la UE y, en especial, entre los jóvenes (por más que siga constituyendo un reto en países como España, ya que buena parte de sus puestos de trabajo son precarios). Esto ha contribuido al incremento de la proporción de empleados pobres.
Atendiendo también a Eurostat, el porcentaje de parados de entre 15 y 24 años se redujo en un 17% durante el periodo 2015- 2017. Aquí, de nuevo, las diferencias son relevantes. Bulgaria, República Checa, Eslovenia, Hungría o Croacia han disminuido el desempleo juvenil en más de un 30%, mientras que, por ejemplo, en Estonia han tenido menos éxito (- 8%). Hay estados en los que incluso ha llegado a aumentar, como en Dinamarca o Letonia, donde lo ha hecho un 2% y un 4%, respectivamente. España, a mitad de tabla, ha logrado reducir el paro de los trabajadores de este grupo de edad en un 20%.
Es preciso puntualizar, tal como hemos hecho en Civismo en ocasiones anteriores, que el riesgo de pobreza ha de mirarse con cautela, pues se trata de un indicador relativo que mide desigualdad, no pobreza absoluta, por lo que fluctúa en función de los ingresos medios de la población del país estudiado.
En cualquier caso, resulta alentador que el porcentaje de variación de los trabajadores jóvenes en riesgo de pobreza en la UE sea inferior al de aquellos que encuentran trabajo. Por debajo de la media se encuentran países como Irlanda, donde si bien se ha aminorado el desempleo juvenil en un 29%, los trabajadores jóvenes en riesgo de pobreza han aumentado un 60%. Por el contrario, en España estos han caído el 11% y el paro juvenil, un 17%. Parece que, después de todo, el bolsillo de los empleados jóvenes empieza a mejorar.
El remedio para combatir la pobreza no es la subida del salario mínimo, pues así se sacan del mercado aquellos puestos que dejan de ser rentables para la empresa, lo que destruye empleo. La solución está en una declaración de la renta que devuelva dinero a los trabajadores más pobres. A un país le sale más a cuenta esta ayuda que subvencionar parados.