Es bien sabido que los primeros trimestres no suelen ser favorables para el mercado laboral, pero el de este año (si se exceptúa 2020) ha sido especialmente malo. Así lo indican los datos de paro registrado y la afiliación a la Seguridad Social del mes de marzo, publicados ayer.
En el primer trimestre de este año, la población ocupada se ha reducido en 127.531 personas. El habitual efecto positivo de que la Semana Santa cayera en marzo fue contrarrestado por el deterioro sufrido por los confinamientos perimetrales y otras medidas de seguridad sanitaria. Por lo que respecta al paro, en el primer trimestre ha aumentado en 61.503 personas.
Aumenta el paro entre los jóvenes
Sin embargo, los datos del primer trimestre muestran que el colectivo de jóvenes sigue siendo el más damnificado en esta crisis. El paro entre los jóvenes (población comprendida entre 16 y 24 años) siguió aumentando, llegando a alcanzar un crecimiento interanual de 70.233 personas. También disminuye el número de jóvenes que participan en el mercado laboral.
Precisamente, un reciente informe (Los jóvenes, la formación y el empleo en España), elaborado por PwC, en base a un panel de 400 expertos, directivos y empresarios, considera como ‘extraordinariamente preocupante’ o ‘muy preocupante’ la baja participación en el mercado de trabajo de jóvenes entre 16 y 34 años, al dar unas cifras de ocupación muy
por debajo de los países del centro de Europa o de los países escandinavos.
Para fomentar la incorporación de estos jóvenes al mercado de laboral, los panelistas proponen: 1º) modificar la formación que reciben, vinculándola más directamente a las necesidades productivas, 2º) cambiar los mecanismos de entrada en el empleo, poniendo un mayor énfasis en
el aprendizaje, y 3º) reducir la excesiva proliferación de la contratación temporal.
La emigración
Mientras no se acometen estas reformas, muchos jóvenes seguirán parados, mientras otros buscan y encuentran trabajo en el extranjero. Precisamente, la Estadística del Padrón de Españoles Residentes en el Extranjero, publicada hace una semana, confirma que se mantiene la tendencia de aumento de los españoles jóvenes que viven en el extranjero. A 1 de enero de 2021, los españoles entre 20 y 34 años que vivían en el extranjero eran 475.363 personas. Esta cifra supone un aumento del 55% (+170.00 personas) respecto a los datos a 1 de enero de 2011, dándose el mayor crecimiento entre quienes tienen de 20 a 29 años.
Fue a partir del año 2010 cuando, a raíz de la crisis financiera e inmobiliaria, comenzó la tendencia migratoria para encontrar oportunidades de trabajo en el exterior. Esta tendencia ha ido creciendo paulatinamente y resulta probable que siga aumentando en los próximos años. Se trata de personas que se registran como residentes en el Registro de Matrícula de la Oficina Consular del país correspondiente, a los que habría que sumar a otros muchos jóvenes españoles que también se marchan del país, pero que no se inscriben en los consulados.
Esta emigración de población joven (algunos con buena formación profesional) supone para España una pérdida de capital humano. En contrapartida, tiene efectos positivos sobre la economía española porque: a) evita que la tasa de paro se sitúe en niveles todavía mayores; b) al formarse en el exterior, ya sea estudiando o trabajando, podrían volver a España con una mayor formación profesional; c) ahorra prestaciones sociales, por ejemplo, subsidios por desempleo, lo que ayuda a reducir el gasto público; y d) es una válvula de escape que permite mejorar la paz social.
Reformas del mercado laboral
El Gobierno debería poner en marcha una segunda generación de reformas del mercado de trabajo que consoliden la recuperación del empleo juvenil a largo plazo y que reduzcan la temporalidad y la tasa de paro. Para ello,
se necesitaría unificar los diferentes tipos de contratos y reforzar la cualificación de la mano de obra, de modo que se adecúe más a la preparación demandada por las empresas. De acuerdo a las directrices que ha señalado la Comisión Europea, se necesita que la formación de los trabajadores se adapte a la tecnología digital, la descarbonización y al resto de las profundas transformaciones que se apartan de las profesiones más tradicionales de la economía.
Con esa mejora del capital humano, a medio plazo, se conseguiría más empleo, también para los jóvenes, más productividad y mayores salarios. Una mano de obra, también la juvenil, más acorde con lo que demandan las empresas impulsará ese mayor crecimiento económico que tanto necesita España.
Unas políticas educativas que fomenten el aprendizajeserán clave para que dejemos de ser la cenicienta del empleo de la OCDE. Combatir los síntomas del pavoroso paro que padecemos con subsidios no es la solución. El remedio no es seguir poniendo parches. La nueva época que estamos viviendo exige que los trabajadores puedan adquirir las habilidades que requiere un mercado laboral cambiante y con salarios dignos que posibiliten un mayor nivel de bienestar para la población