Desde el inicio de la pandemia que hoy sacude a nuestro país, muchas han sido las brechas que se han abierto en el Gobierno conformado por el Partido Socialista y la formación de Unidas Podemos. Aunque las tensiones se han ido disipando con la cotidianeidad de la gestión diaria, siguen muy presentes en Moncloa. De hecho, podría derivar en salida de tres figuras clave para el Gobierno, una de ellas es la vicepresidenta de asuntos económicos, Nadia Calviño.
La formación morada liderada por Pablo Iglesias volvió a generar la crispación en Moncloa cuando llegó a un acuerdo con determinadas formaciones que, sin haber sido sometido al consenso del Gobierno de España, prometía reformas de gran calado como la derogación integral de la reforma laboral. El acuerdo se materializó en plena negociación con Europa; donde Calviño trataba de negociar el rescate del cual depende España en estos momentos.
Tras el acuerdo, Calviño tuvo que salir públicamente y oponerse a las intenciones del vicepresidente. La reforma laboral que pretendía derogar Iglesias fue impulsada por Bruselas con el fin de relajar unas exigencias en los crecimientos para la creación de empleo. Además, evitó la destrucción de más de 1,5 millones de empleos, como concluye un reciente estudio realizado por BBVA Research.
Así, la crispación y el desacuerdo volvía a sacudir al Gobierno, poniendo a Sánchez contra la espada y la pared, así como a la vicepresidenta Calviño a las puertas de la Moncloa, pendiente de una salida que podría llegar por la vía del Eurogrupo. Una situación que, al menos a los economistas, mantiene muy preocupados.
En un escenario como el actual, la incapacidad de mostrar enfrentamiento al Gobierno, aunque este sea por la defensa de la ciencia económica frente al populismo, dejaría en solitario a formaciones como Unidas Podemos para presionar a un Ejecutivo que, sin Calviño, quedaría al amparo del chantaje electoral tan recurrente en estos tiempos de minorías parlamentarias.
En este escenario, sorprende la actitud del Gobierno de España en la gestión de esta crisis. Aunque pretende disipar cualquier crispación, lo cierto es que las tensiones son más que evidentes, a la vez que la paciencia de determinadas figuras que tratan de imponer racionalidad y rigor en la recuperación económica del país.
En conclusión, Sánchez debería repensar qué considera su persona, así como su partido, que significan los término lealtad y rigor. Pues, ante lo ocurrido, parece que dichos conceptos no se encuentran en el manual de Gobierno del presidente. El ejecutivo debería ponerle freno a esta situación y evitar la salida de figuras tan relevantes en momentos como el actual, ya que podrían llevar a España a situaciones irreparables para nuestro país.