Un indicador clave para valorar el bienestar social de una región es el desempleo, pues cuando no hay trabajo, por muchas subvenciones que haya, la sensación de fracaso arruina muchos proyectos de vida. Toda persona aspira a ser libre y, para serlo, precisa sentir que depende de sí mismo. Desgraciadamente, hay demasiado impresentable político que ansía que la gente dependa de subsidios para sobrevivir, porque considera que conceder los le genera votantes cautivos.
También es cierto que la picaresca está institucionalizada desde hace siglos en España. Hay mucho experto en conseguir subvenciones y vive mejor recibiéndolas que esforzándose en conseguir un posible empleo. La realidad es que hay muchos trabajadores que rechazan ofertas de trabajos físicos cuando el salario se aproxima al importe de las ayudas sociales. Es el caso de las tareas vinculadas al campo. De ahí las quejas de muchos agricultores que no logran contratar personal suficiente para la cosecha, a no ser que delincan y paguen en B, un chantaje que no suelen admitir. El gratis total a las ayudas, sin solicitar al perceptor la contraprestación de una labor social o la asistencia a cursos de formación, es un desincentivo al empleo. Una de las razones por las que nuestra nación lidera la tasa de desempleo en la OCDE es su elevado impuesto al trabajo. Este tributo se sitúa por encima de la media de los 37 países de esta organización, siendo superior al de Noruega y Dinamarca. Sorprende quelas líneas maestras que han aparecido de la prometida reforma laboral no recojan nada de abaratar las cotizaciones sociales. Ante la grave incertidumbre económica que vive España, este caro peaje no favorece que los empresarios contraten más operarios. Este desincentivo hará que se prefiera importar bienes de bajo valor añadido, que muchas veces son los que requieren una mano de obra masiva.
Resulta patético que el desempleo en España sea el más alto de los países del Eurogrupo, pero es más alarmante el que las 17 comunidades autónomas (CC.AA.) estén en el grupo de las 40 últimas posiciones con más paro de las 174 regiones que comparten el euro. Que todas las CC.AA. estén tan mal situadas debiera provocar que el presidente Sánchez abandonase el triunfalismo que exhibió hace unos días en la presentación de la Encuesta de Población Activa. En ella se reflejaba la destrucción de 137.500 empleos en el primer trimestre de 2021, que son parte de los 475.000 perdidos en el primer año de pandemia; un período en el que el paro ha aumentado en 340.000 puestos de trabajo tras el despido de 624.000 trabajadores. Tampoco
consuela, sino que preocupa, el aumento del empleo público en 150.000, pues el dinero para pagar estas nóminas sale del sector privado.
El gráfico muestra que en las 174 regiones que componen la eurozona, de las que hemos seleccionado las 40 con más paro, Canarias, con un 22,6%, es la que tiene mayor tasa de desempleo. Andalucía (22,3%) es la penúltima y Extremadura (21,8%) la antepenúltima. Lo más trágico es que, a excepción de Asturias, que ha reducido una décima el paro en el cómputo interanual, el resto de CC.AA. lo ha aumentado, sobresaliendo Baleares (4,3%) y Canarias (2,1%). El espectáculo de la Moncloa vendiendo éxito en la EPA es un sarcasmo insufrible que implica un desprecio a la inteligencia ciudadana. Viene bien recordar el verso 20 del Cantar de Mío Cid: “¡Dios, qué buen vassallo si oviesse buen señor!”