La reducción de la jornada de trabajo es, desde hace mucho tiempo, una reivindicación de los sindicatos y de algunos partidos políticos. En nuestro país, varios gobiernos autonómicos han aprobado medidas en este sentido; y recientemente Unidas Podemos ha propuesto una disminución de la jornada laboral máxima a treinta y cuatro horas a la semana sin que los salarios caigan en la misma proporción. El propósito de estas medidas es doble. Por una parte, mejorar la situación de los trabajadores mediante un aumento de sus horas de ocio y descanso. Pero, además, se trata de generar nuevos puestos de trabajo y así reducir el desempleo. El argumento consiste, básicamente, en afirmar que, si cada persona empleada trabaja menos horas, será posible lograr tal objetivo, ya que las empresas tendrán que contratar a un mayor número de hombres y mujeres para suplir la reducción del número de horas trabajadas.
La idea es sencilla. Una empresa que tenga, por ejemplo, veinte empleados que trabajen 40 horas a la semana, necesitará 23,5 si la jornada laboral cae a 34 horas. Es decir, habremos generado en esa empresa 3,5 nuevos puestos. Pero las cosas son bastante más complicadas. En realidad, muy pocos economistas toman en serio esta fórmula para reducir la tasa de paro y la razón es bastante fácil de entender. Todas las propuestas para reducir el desempleo mediante una disminución de la jornada laboral parten de la idea equivocada de que el número de horas de trabajo que una economía demanda es una cifra fija. Si esto fuera así, no cabe duda de que cuanto menor fuera la jornada laboral, más personas serían empleadas. Pero este principio es absurdo. Ni hoy, ni nunca, ha habido en una economía dinámica una demanda fija de trabajo. Si en España no conseguimos encontrar una solución al paro, no es porque en nuestro país cada persona empleada trabaje demasiadas horas, sino porque el mercado laboral funciona muy mal y su regulación impide que la oferta y la demanda de trabajo se ajusten.
Y si lo que se plantea es disminuir el número de horas trabajadas manteniendo los salarios mensuales estables, el resultado puede ser aún peor. Una medida de este tipo significaría, básicamente, un aumento de la remuneración por hora trabajada. Y al ser el factor trabajo más caro, los empresarios contratarían a menos gente y tendrían incentivos para implantar técnicas de producción menos intensivas en trabajo. Quienes defienden este tipo de medidas deberían ser conscientes de que lo que importa realmente para generar empleo no es el número de horas que una persona determinada dedique a la empresa, sino la productividad y el coste por hora trabajada. Y el efecto de la propuesta de Podemos antes mencionada sería equivalente a una subida salarial del 17,64 % para quienes tienen en la actualidad una jornada de 40 horas semanales; y de un 11,76% para quienes trabajan, por ejemplo, 38 horas. Cabe preguntarse qué economía soportaría tal incremento de salarios sin ajustar a la baja su nivel de ocupación.
La idea de que la demanda de trabajo es fija y de que es posible -y conveniente, desde el punto vista social repartir el número de horas disponibles está muy extendida; y se aplica a otros problemas, además del de la extensión de la jornada laboral.
Jubilación
Uno de ellos es el referido a la jubilación forzosa y a la incompatibilidad entre la percepción de una pensión de jubilación y el desempeño de una actividad laboral. La jubilación es, sin duda, un derecho de las personas que han trabajado un determinado número de años; y, dado que la regulación debería defender los intereses de estas personas, no parece tener mucho sentido que se les obligue a jubilarse de forma obligatoria en contra de su voluntad. Pero con frecuencia se aplican estas medidas con el argumento de que, si siguieran en sus puestos de trabajo, estarían cerrando el paso a la gente más joven, que no podrá encontrar un empleo hasta que alguna persona mayor haya abandonado el suyo.
Lo que los hechos nos indican, sin embargo, de una forma bastante clara, es que en las sociedades modernas cada vez trabaja más gente y hay, nichos de empleo para todo tipo de personas. El caso de muchos jóvenes que no consiguen encontrar un empleo es preocupante; pero pensar que podemos ayudarles reduciendo la jornada laboral de los empleados o jubilando cuanto antes a los mayores es un gran error.