El pasado 8 de marzo se celebró el Día de la Mujer Trabajadora, fecha en la que siempre se pone sobre la mesa un problema real, el de la brecha salarial entre hombres y mujeres. Según la Encuesta de Estructura Salarial del INE de 2015, de media, el salario bruto de una mujer es un 22,8% menor que el de un hombre. Esta diferencia constituye un motivo de preocupación para la política laboral al que hay que buscar una explicación. Se remonta a muchos años atrás, cuando la participación de la mujer en el mercado de trabajo apenas superaba el 20%.
Desde 1997 hasta el tercer trimestre de 2017, el porcentaje de mujeres activas (las que están en edad de trabajar) en España ha subido 21 puntos, hasta representar el 68,8% de la población activa. Este porcentaje se sitúa un punto por encima de la media de la Eurozona y supone que, en 20 años, la diferencia con los hombres se ha reducido en 18,5 puntos (la tasa masculina asciende al 78,9%). En el caso de las mujeres ocupadas, el aumento de la tasa de actividad en ese mismo período se ha cifrado en 21,8 puntos, hasta el 55,9%, y ha disminuido la brecha frente a los hombres en 19 puntos.
Pese a este acercamiento entre sexos, persisten diversos baches en la vida laboral de una mujer, a causa de la maternidad, la lactancia y la infancia de los hijos. Las excedencias, bajas maternales y jornadas reducidas les impiden cotizar más tiempo para igualar sus bases reguladoras con las de los varones, y, en consecuencia, en el momento de la jubilación la brecha salarial continúa siendo muy elevada. Además, numerosas rigideces legales obstaculizan el cambio de bases de cotización para intentar nivelar estas diferencias.
Aun hay otro factor determinante de la brecha salarial: el tipo de contrato y de trabajo desempeñado. Tomando de nuevo los datos de la Encuesta de Estructura Salarial, se observa cómo esta diferencia resulta más alta en los contratos fijos que en los temporales, pasando de 6.762 euros anuales de promedio nacional en los primeros a 1.703 euros en los segundos.
El tipo de contrato va asociado a la estructura económica y a la clase de necesidades que satisface un mercado laboral vinculadas a la estacionalidad. Donde ésta es mayor, como las comunidades más turísticas –Canarias, Baleares y Murcia–, la brecha salarial en los contratos temporales es más reducida. Incluso, en la primera, el salario bruto de una mujer es superior al de un hombre. En el caso de los contratos indefinidos, aparte de las mencionadas, la comunidad con menor desigualdad entre sexos es Extremadura. En el extremo contrario se sitúan Navarra, Asturias y País Vasco. A ellas se suman Andalucía y Cataluña en los contratos temporales.
Para eliminar estas diferencias, quedan muchas medidas que adoptar, especialmente en incentivos. No es razonable que una empresa se enfrente a más trabas para abrir una guardería en sus instalaciones que para comprar un colegio. No ayudar a reducir la brecha impide estimular la natalidad que en España está por debajo del nivel de reposición. Las mujeres tienen 1,34 hijos y se necesitaría llegar a 2,1 para equilibrar la balanza. En el primer semestre de 2017, se registraron más defunciones que nacimientos, con un saldo de 32.000 personas menos.