Los términos ‘eficiencia’, ‘estabilidad’ o ‘innovación’ se usan en el debate económico, pero no siempre los ciudadanos comprenden el impacto que tienen en sus bolsillos. Es más fácil captar su importancia si realizamos una comparativa entre las regiones españolas y europeas, y analizamos qué factores impulsan la competitividad y generan riqueza.
Para ello, tomamos el Índice de Competitividad Regional (ICR) que elabora con periodicidad trienal la Comisión Europea. Con él, se evalúan los puntos fuertes y débiles de cada región en función de once indicadores relacionados con la competitividad: instituciones, estabilidad macroeconómica, infraestructuras, sanidad, educación básica, educación superior y actualización profesional, eficiencia del mercado laboral, tamaño del mercado, preparación tecnológica, desarrollo empresarial e innovación. A mayor puntuación en cada uno de ellos, peor resultado en competitividad, y viceversa.
En la última edición, correspondiente al 2016, todas las comunidades autónomas han perdido puestos respecto a 2013, con la única excepción de Galicia, que ha ganado uno. En términos comparativos, las economías regionales han registrado su peor variación desde que se empezó a elaborar en 2010. Si bien ha habido mejoras notables en estabilidad macroeconómica, mercado laboral, innovación y competitividad del sector exterior, el empeoramiento del resto de indicadores han arrastrado a la baja. Las mayores caídas, de hasta 36 puestos, se registran en el capítulo denominado como ‘Eficiencia’.
En el análisis de la competitividad a nivel europeo, hay que prestar especial atención a las regiones que o son capital de país, o polos de atracción de inversiones por su situación geográfica y estratégica. Aquí España pierde aun más posiciones. La Comunidad de Madrid es la segunda región que más ha retrocedido, 26 puestos, lo que la aleja de la convergencia con regiones donde se sitúan capitales europeas como Londres, Utrecht, Estocolmo, Luxemburgo o París.
Aun así, esta comunidad continúa viviendo de las rentas de las dos últimas décadas, y es la más competitiva de España, en el puesto 83. A mucha distancia le siguen País Vasco (119), Navarra (148) y Cataluña (153). Las regiones que más posiciones pierden son Murcia (29 puestos), la antedicha Madrid, Andalucía y Canarias (ambas con 18). Todo el centro y sur peninsular obtiene puntuaciones similares a las de las regiones más pobres de Europa, ubicadas en Hungría, Bulgaria, Grecia, las Antillas francesas o el sur de Italia y Portugal.
Un 20% de este resultado se explica por el factor institucional (respeto del Estado de Derecho, percepción de la corrupción, independencia de la Justicia y separación de poderes), en el que todas las comunidades autónomas suspenden, aunque unas más que otras. De hecho, las regiones con más baja puntuación en este capítulo registran peor valoración en el ICR.
Esto muestra hasta qué punto unas instituciones serias y de prestigio pueden traer prosperidad a las economías, como ocurre en las regiones que más crecen en Europa. El dinero se refugia donde existe seguridad jurídica, la propiedad se respeta, los contratos se cumplen y hay unas reglas de juego estables, lo que genera, a largo plazo, más crecimiento económico y empleo.