Con la expresión fondos buitres se denomina a las entidades de inversión que compran deuda pública de países en dificultades a precios muy inferiores al nominal, intentando hacer buenos negocios con futuras renegociaciones de la misma deuda a cambio de asumir un riesgo muy alto. En España se ha aplicado, sin embargo, a los fondos que han comprado inmuebles, especialmente viviendas, en los años de crisis del sector inmobiliario. Es importante señalar que el papel desempeñado por estas entidades ha tenido muchas más luces que sombras, ya que, al ir en contra de la tendencia del mercado, han contribuido a su recuperación y han evitado mayores caídas de precios en el sector. Pero, a pesar de ello, se han convertido en una bestia negra que parece encarnar lo peor de le economía capitalista. Dos han sido, básicamente, las acusaciones que se han dirigido a estos fondos.
La primera es que han comprado a precios muy bajos, causando así un grave daño al país, en especial cuando ha sido el sector público quien, por unos u otros motivos, ha puesto inmuebles a la venta. Pero la acusación carece de sentido, ya que, como en el caso de la deuda, no fueron ellos los que hicieron caer los valores de los inmuebles y compraron a los precios vigentes entonces en el mercado.
La segunda crítica se basa en el hecho de que, cuando adquirieron viviendas alquiladas propiedad de entidades públicas (el caso del Ayuntamiento de Madrid es el más conocido), los fondos actualizaron las rentas a los precios del mercado, cuando antes se encontraban en niveles inferiores y, en algunos casos, muy inferiores.
Entiendo que a los inquilinos no les haya gustado, pero deberían ser conscientes de que el problema no es que se les pida que ahora paguen los precios de mercado, como todo el mundo, sino que antes recibieran generosas subvenciones del Ayuntamiento, es decir, de todos los contribuyentes que no disfrutábamos de tal ventaja.
De haber sido aceptada su petición de mantener las rentas antiguas, los pisos se habrían tenido que vender a precios aún más bajos, con lo que menos dinero habría entrado todavía en la hacienda municipal. Nada es gratis.