El comienzo del nuevo año invita a mirar el futuro de la economía. A tenor de lo que ya estamos experimentando, las próximas décadas se caracterizarán por la incertidumbre y la complejidad, asociadas ambas a una globalización imparable. La economía parece haberse instalado en un torbellino donde los vientos mutan constantemente. Esta turbulencia provoca que las previsiones resulten tan inseguras como provisionales. Ahora, el futuro no tiene por qué ser una continuación lógica del pasado. Por ello, nos centraremos en esclarecer los cambios más significativos que nos afectarán próximamente, para que cada uno pueda vislumbrar cómo puede influir esa inestabilidad en su situación personal.
El examen de las perspectivas económicas presentado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) muestra una desaceleración en la mayoría de naciones, lo que se traduce en unas previsiones de crecimiento menguantes. Si en 2017 el mundo se expandía al 3,8%, dentro de una senda de aceleración sostenida, en 2019 nos hemos situado en el 3%, declive que se prolongará suavemente en 2020.
Si nos fijamos en los grandes países o zonas, entre 2000 y 2019 el PIB de China se ha multiplicado por 11,9; el de Indonesia, por 6,7, y el de India, por 6,5. El de la Unión Europea, tan solo por 2,1 y el de Estados Unidos, por 2,16. Los enormes crecimientos de los tres países asiáticos citados no se pueden justificar por el bajo nivel del que partían en 2000, sino que se deben a una expansión constante en esas dos décadas. Sin ello, sus alzas porcentuales de PIB de 2019 no triplicarían o cuadriplicarían, como es el caso, las de los países más desarrollados.
A estos les han pasado factura la guerra comercial que ha comenzado Estados Unidos y la creciente tensión geopolítica de los países emergentes. Asimismo, es innegable que existen causas estructurales, como la caída de la producción y el envejecimiento de algunas economías avanzadas. Pero todas esas adversidades no atenúan los milagros económicos de China, India e Indonesia. Nos guste o no, la economía europea va camino de la irrelevancia porque, aunque nuestro PIB sea comparable al de Estados Unidos, la falta de cohesión de los países del Viejo Continente lastra su potencial. Además, en lo que constituye otro indicador de futuro, el gasto en I+D, el coloso americano invierte un 50% más que la UE. Este mal dato, unido a que el gasto en I+D es menos eficiente cuando una misma cantidad se reparte entre 28 países, hace que el porvenir europeo esté más cuestionado.
El mundo, visto lo visto, a largo plazo, va a estar controlado o vigilado por los tres países con PIB, crecimiento e I+D mayores: China, Estados Unidos y, quizá, India. La hegemonía de estos gigantes llevará a que Europa sea cada vez más insignificante. A contrarrestar esta vulnerabilidad no ayudará la falta de unidad interna, la dificultad de mantener nuestro gravoso bienestar y la japonización de la economía.