Ayer se mantuvo la tendencia de depreciación del euro. El tipo de cambio cayó hasta 1,06 dólares por euro, la cotización mínima desde el año 2003. Esto supone que en los últimos doce meses se ha producido una depreciación del 30% de la moneda única frente al dólar. Un tipo de cambio que abarata las exportaciones de la zona del euro y encarece las importaciones que recibe del resto del mundo.
Esta situación del tipo de cambio tendrá efectos positivos sobre la economía europea y negativos sobre la de EEUU. Efectivamente, parece que en algún momento EEUU podría notar cierta fatiga después de estar creciendo y generando mucho empleo desde hace cinco años. Este cansancio podría comenzar pronto y parece que se está reflejando en el Índice del Comercio Minorista de EEUU. Este Índice se contrajo en febrero un 0,6% mensual, la tercera caída consecutiva y el peor comportamiento del consumo en EEUU desde el año 2009, cuando todavía no había salido de la crisis económica. Se ha reducido incluso la compra de automóviles (-2,6% entre enero y febrero), un sector al que se ha dirigido una parte importante de la demanda interna en los últimos años.
Aumenta el consumo en España
Sin embargo, mientras que los estadounidenses parece que disminuyen sus compras, los hogares españoles continúan aumentando el consumo. Así, el Índice de Comercio Minorista de España publicado por el INE esta semana mostró en el mes de enero un aumento anual del 4,2% corregido de efectos estacionales y de calendario. Incluso si eliminamos las ventas de las estaciones de servicios (que han crecido un 8,6% anual y que se han visto muy favorecidas por la caída de los precios del petróleo) el aumento del consumo ha sido considerable: 3%. Este aumento del consumo es consecuencia del aumento del empleo, de la mejora de las expectativas económicas percibidas por los ciudadanos, de la reducción del IRPF y de la mayor renta disponible que les queda a las familias una vez pagados los combustibles.
Este aumento del consumo viene acompañado de caídas en los precios. El INE publicó el jueves que el Índice de Precios de Consumo cayó en febrero un 1,1% anual que unido a la continua depreciación del euro está favoreciendo la mejora de la competitividad y el mayor crecimiento económico y del empleo de la economía española. La depreciación del euro permite, en primer lugar, que se exporte más; efectivamente, con un euro cada vez más depreciado y con unos precios cada vez más bajos aumentan nuestras exportaciones en los mercados internacionales. Y en segundo lugar a que se importa menos. El que las importaciones sean cada vez más caras contribuye a que la demanda interna tienda a comprar cada vez más productos españoles y menos extranjeros.
Así, un euro más depreciado está permitiendo que gran parte de las empresas de la zona del euro y también las españolas, que tenían mucha capacidad productiva sin utilizar, estén volviendo a poner en marcha parte de ese aparato productivo que estaba sin utilizar. Por ejemplo, en España, en el primer trimestre de este año, la utilización de la capacidad productiva existente se ha situado en 78,1% cuando en 2013 estaba en el 68,6%. Ahora se produce más en España porque los costes aquí son más bajos y, como consecuencia, se sustituyen las importaciones por una mayor producción nacional. Es por ese motivo, por el que el espectacular aumento de la demanda interna (un 3,4% en el 2014) no ha venido acompañado de un fuerte crecimiento de las importaciones. Más bien al contrario. Efectivamente, los datos de Contabilidad Nacional señalaron un descenso de las importaciones entre el tercer y el cuarto trimestre del año pasado.
Más crecimiento
Así las cosas, la depreciación del euro está permitiendo que las empresas de la Eurozona, incluidas las españolas, ganen mucha competitividad mientras que la de EEUU la estén perdiendo. No es casualidad que en el último año las exportaciones españolas a EEUU hayan aumentado un 39% y que en cambio las importaciones españolas procedentes de EEUU se redujeran un 26%.
Aunque la depreciación del euro está permitiendo que la economía europea se esté recuperando mucho más rápido de lo previsto, el crecimiento podría ser todavía mayor si los problemas de Grecia y Ucrania se resolvieran satisfactoriamente. Por su parte el Banco Central Europeo (BCE), está haciendo lo que por ahora parece que es mejor para la economía de la zona del euro: impulsar la inflación y el crecimiento económico.
Políticas monetarias divergentes
La Reserva Federal (Fed) por su parte ha seguido manteniendo el tipo de interés de referencia en niveles excepcionalmente bajos. Ello se debe a que desde agosto del año pasado los precios de EEUU mantienen una tendencia negativa como consecuencia de que los precios de sus importaciones especialmente los del petróleo se reducen. Pero aún si se eliminasen los precios de los alimentos y de la energía, la inflación sigue estando baja: 1,6%, lo que está retrasando aumentar el tipo de interés de intervención. En un futuro no muy lejano la economía estadounidense podría empezar a enfriarse y, al ser los tipos de interés tan reducidos, el arma que le quedaría a la Fed para luchar contra la deflación y la caída del crecimiento económico sería volver a abrir el programa de compra de deuda pública (QE) que cerró en octubre del año pasado.
Los inversores parece que están expectantes sobre lo que pueda suceder en EEUU. En lo que va de año la bolsa americana se ha mantenido plana (el Dow Jones ha subido un 0,4%) mientras que la bolsa europea ha crecido de forma considerable (el Eurostoxx ha aumentado un 15,7%).
En resumen, la situación del tipo de cambio del euro con el dólar es consecuencia de las diferentes políticas monetarias de sus bancos centrales. Mientras el BCE hace una política monetaria expansiva (comprando deuda a todo trapo) la Fed amenaza con recoger velas y hacer una política monetaria más restrictiva pero sin dejar claro cuándo lo hará en un futuro. Mientras tanto, se podría llegar a la paridad (un dólar igual a un euro). Goldman Sachs redujo ayer su pronóstico para el euro, estimando que la moneda europea se depreciará todavía más hasta desplomarse a un mínimo histórico de 0,80 dólares un euro en 2017. Una aventurada predicción. Parece más probable que la economía de EEUU con un dólar fuerte poco a poco se irá debilitando y en cambio la economía europea, con un euro débil, crecerá cada vez más. Esta convergencia en el crecimiento entre EEUU y Europa tenderá a depreciar el dólar y a apreciar el euro. Al final lo probable es que a largo plazo las políticas monetarias de los dos bancos centrales tiendan a acompasarse y que el tipo de cambio se mueva en la zona de 1,20 dólares/euro.