La grave crisis diplomática entre el bloque occidental y Rusia tras el envenenamiento de un exespía ruso en Reino Unido pone de relieve la necesidad de consolidar una estrategia común europea en materia de seguridad y defensa dentro del marco de la OTAN. Aunque en la UE todavía no se ha alcanzado un consenso en torno al incremento del gasto militar por tratarse de una política impopular, es imprescindible aumentar la inversión en este campo, porque de ello depende cada día nuestra seguridad personal y la de nuestras comunicaciones. Y más aún desde que el presidente Donald Trump anunció su intención de recortar la aportación presupuestaria a la Alianza Atlántica si Europa no contribuía al fondo común con el 2% de su PIB.
Así pues, el primer paso es cumplir con este objetivo. Hacerlo implicaría que el Viejo Continente pusiera encima de la mesa 30.000 millones de euros adicionales en seguridad y defensa durante la próxima década, a razón de un 2% de crecimiento anual de sus presupuestos para Ejército, según exponían en La Razón Raúl Salgado y Javier Santacruz (“Europa, 30.000 millones más en defensa”, 08/01/2017). De esta forma, la media de la UE (actualmente en el 1,46% del PIB) iría acercándose gradualmente al horizonte fijado, exigiendo una mayor contribución a aquellos países que están más alejados, como Alemania (1,24%) o la propia España (0,92%).
El siguiente paso consistiría en coordinar las estrategias dentro del marco de la nueva Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD) que, en este momento, está negociando la UE. Son tantos los riesgos geopolíticos que acechan a Europa que esta no se puede permitir el lujo de seguir dependiendo de Estados Unidos para la financiación de las infraestructuras de inteligencia y defensa. Y menos cuando el mayor contribuyente europeo a la OTAN es Reino Unido, con un pie fuera de la Unión.
Por último, el enfoque de la PCSD ha de ser compatible también con los objetivos de reducción del déficit público y de estabilidad presupuestaria.
Por todo ello, Europa se enfrenta a la resolución de un puzle complejo, máxime cuando China y Rusia aumentan su poder militar, para lo que se necesita una actuación política sólida que priorice el largo plazo. Únicamente así se logrará garantizar la seguridad y la defensa de una civilización amenazada como la europea.