Aunque parece existir hoy una cierta animadversión hacia el uso del coche particular y algunos políticos parecen haberse convertido en sus enemigos mortales y hacen cuanto pueden para complicar la vida a los conductores, no cabe duda de que el automóvil es uno de los grandes inventos del siglo XX. Y es evidente que nuestras vidas serían hoy bastante diferentes de lo que son si éste nunca hubiera existido. La idea de crear un vehículo mecánico de transporte que, por una parte, sustituyera el uso de los animales por motores y, por otra, permitiera a la gente viajar a su libre albedrío, sin depender de los horarios y los condicionamientos de los servicios públicos es muy anterior al invento del coche actual.
Tan pronto como se generalizó el uso de la máquina de vapor y se vio la posibilidad de utilizarla para suministrar energía a las locomotoras que arrastraban los primeros ferrocarriles, se pensó en la posibilidad de construir automóviles impulsados por vapor. Pero estos primeros intentos no llegaron muy lejos, principalmente por los problemas que planteaba el uso de calderas en este tipo de vehículos. Y el automóvil moderno no empezó realmente a desarrollarse hasta que se inventó el motor de combustión interna y la gasolina pasó a ser la fuente de energía de las nuevas máquinas.
Aunque fueron varios los ingenieros y mecánicos que, en las décadas finales del siglo XIX, trabajaron en la construcción de automóviles dotados de motores de combustión interna, el honor de haber construido el primero se atribuye a Karl Benz, quien en 1886 obtuvo la patente para un vehículo de este tipo. Nacido en Karlsruhe en 1844, hijo de un ferroviario conductor de locomotoras, entró muy joven en el mundo de los negocios. Aunque su primera empresa se dedicaba a la venta de materiales de construcción, pronto orientó su actividad a la fabricación de motores; y de aquí daría el salto a la de automóviles. El primero que construyó era un vehículo de tres ruedas; pero en 1893 ya había producido un modelo de cuatro ruedas y en 1895 un vehículo de mayores dimensiones, que es considerado el antecedente del camión moderno.
El nuevo producto tuvo pronto éxito, si bien era un objeto de lujo al que sólo un número muy limitado de personas podía acceder; pero, al terminar el siglo, su producción superaba ya los 570 vehículos anuales, lo que se consideraba una cifra muy alta para la época. Y años más tarde fusionó su empresa con la del ingeniero Wilhelm Daimler, creando en 1926 la sociedad Daimler-Benz, que popularizaría la marca MercedesBenz, una de las más importantes de la historia del automóvil.
Todos los días surgen en el mundo multitud de nuevos inventos con la ambición de ser aceptados por el mercado y convertirse en objetos de uso generalizado. Pero la verdad es que no son muchos los que lo consiguen. Y muy pocos han alcanzado el nivel de difusión del automóvil. Por mencionar sólo una cifra, la producción mundial de coches superó en 2016 los 93 millones de unidades. ¿Por qué un éxito tan espectacular? Resulta dificil dar una respuesta simple a esta pregunta. Pero no cabe duda de que un factor decisivo ha sido la independencia que el coche ha dado a tantos millones de personas.
A ciertos políticos les gusta mucho decir que hay que fomentar el uso de “lo público”. Pero lo que la experiencia nos muestra es que la gente sigue siendo bastante individualista. Y, sin duda, el coche particular ayuda a serlo.