La importancia de las criptomonedas no es tanto su utilidad, sino el cambio de paradigma que supone en la economía la generación de confianza por consenso y colaboración, sin necesidad de recurrir a procesos centralizados a través de intermediarios de confianza.
La prosperidad es un logro brillante de la humanidad. Pero la prosperidad no está basada en el dinero, sino en la confianza.
Confianza entre individuos, confianza entre extraños, confianza entre organizaciones. Confianza en lo que leemos e incluso confianza en lo que la gente piensa de sí misma. Toda la economía no es más que un sistema de intercambio de confianza.
La generación de confianza en economía casi siempre está basada en procesos centralizados. Nos fiamos de un banco cuando realizamos una transferencia y nos fiamos de Amazon, Zara o El Corte Inglés cuando encargamos un producto sin verlo, por tratarse de grandes intermediarios de la información que, por regulación o por su posición dominante, generan confianza.
Muchos creen que este control centralizado es lo que ha permitido que los beneficios de la revolución tecnológica de Internet y de la globalización no hayan repercutido en el grueso de la humanidad, sino que hayan quedado en manos de unos pocos, lo que ha alimentado el malestar de las clases medias y bajas, facilitando la aparición de los populismos. Probablemente la globalización ha reducido la pobreza, pero ha empeorado la distribución de la renta; no ha distribuido la riqueza, sino que la ha centralizado.
Cambio tecnológico radical
La gran aportación de las criptomonedas es su tecnología subyacente, que permite precisamente la descentralización y el acuerdo por consenso algorítmico colaborativo. Dicha tecnología se denomina blockchain (BC). Un BC es una base de datos que, en lugar de estar mantenida de forma centralizada por una entidad de confianza, está copiada simultáneamente en un gran número de ordenadores en todo el mundo y protegida mediante criptografía consensual. Gracias al consenso algorítmico entre los miles de ordenadores que colaboran, el registro de un activo a nombre de alguien no depende de una única entidad. Esto es lo que hace que este modelo de “autoridad descentralizada” sea tan interesante: la generación de confianza ya no depende de intermediarios.
La gran promesa de esta nueva tecnología es que, una vez madura, supondrá un gran cambio de modelo económico, especialmente para los países más pobres, haciendo avanzar la justicia económica y social. Las personas más pobres no tienen acceso a los servicios bancarios más básicos ni a financiación de ningún tipo. Solo pueden acceder a microcréditos que dependen también de intermediarios locales y que tienen tipos de interés muy altos por lo que su utilización como medida de política económica es muy cuestionable.
Aumentar la financiación de los pobres
Esta lamentable situación se produce porque el problema principal de las personas sin recursos es que no tienen forma de demostrar la propiedad de sus activos o su capacidad de producir. No pueden aportar a los financiadores ningún certificado sobre los terrenos o activos inmobiliarios de su propiedad, ni sobre su productividad agrícola o artesanal, ni mucho menos sobre su reputación en la comunidad. En muchos casos, ni siquiera pueden certificar su principal activo: su identidad. De esta forma, los financiadores no pueden ofrecer sus préstamos a precios razonables. Las personas pobres sólo pueden generar confianza recurriendo a intermediarios que les cobran elevadas comisiones e intereses, lo que les hace esclavos del sistema o les mantiene fuera de él, sin acceso a ningún tipo de financiación.
La tecnología ‘blockchain’ está siendo utilizada para certificar la identidad digital de las personas, algo fundamental especialmente para las personas sin recursos, porque les permitirá conectar directamente con los financiadores, sin intermediarios, y construir sus propias historias económicas y perfiles de riesgo.
La identidad es realmente el núcleo de muchos proyectos como Moeda o Humaniq, que no sólo buscan prestar servicios financieros, sino proporcionar una identidad vinculada a todo lo que una persona está haciendo. No tratan de otorgar un ráting clásico de la calidad crediticia de alguien, sino de recoger de forma auditable su reputación para su comunidad. Moeda utiliza BC para realizar una auditoría más fácil y eficiente de las identidades y productividades. El pasado mes de septiembre procesó un préstamo piloto de 50.000 dólares otorgado por prestamistas directamente a una granja de una zona rural de Brasil, con la peculiaridad de que la transferencia fue realizada en tokens. Probablemente es el primer préstamo social de la historia que utiliza esta tecnología.
BanQu ha lanzado un sistema similar en cinco países. Su “pasaporte económico” agrega datos sobre el historial financiero, registros de tierras, redes de confianza y registros comerciales. Así, cualquier prestamista de microcréditos, individual o institucional sabrá con certeza y sin necesidad de intermediarios quién es el agricultor, qué tierra cultiva, cuánto está produciendo y si es una persona de fiar en su comunidad. La Fundación Bill y Melinda Gates acaba de lanzar Mojaloop, que busca facilitar la interoperabilidad entre instituciones financieras y compañías de servicios de pago para personas pobres y no bancarizadas en todo el mundo. Mojaloop emplea tecnología BC desarrollada por Ripple.
La tecnología ‘blockchain’ también se está utilizando en otros muchos ámbitos sociales. En España se están desarrollando proyectos como Saluscoop, una cooperativa ciudadana de datos de salud para potenciar la investigación médica presentada recientemente en Alastria. La idea de Saluscoop no es crear otro repositorio de datos de salud, sino facilitar una herramienta que actúe de “ama de llaves” para los verdaderos propietarios de los datos: los ciudadanos. El gobierno de la cooperativa se hará a través de un sistema de “democracia líquida”: cada cooperativista deberá dar su consentimiento al uso de sus datos, pero también podrá delegar su voto para determinadas decisiones, todo registrado mediante BC.
Si bien estas innovaciones son prometedoras, su adopción generalizada todavía está lejos. Requerirán la aceptación de los gobiernos y de los usuarios. En África mucha gente todavía escribe a mano sus números PIN en la tarjeta de crédito. En esos casos, hoy por hoy hablarles de BC puede significar añadirles complejidad en lugar de simplificarles la vida.
Pero existe un relativo consenso a nivel internacional respecto a que la economía va hacia la descentralización de muchos procesos, en los que la certificación se realizará de forma consensual, colaborativa, no por una única entidad intermediaria. Los grandes intermediarios del capital y de la información de las economías desarrolladas tendrán que adaptarse a la nueva tecnología del BC. Probablemente supondrán para ellos una versión turbo de la “destrucción creadora” de Schumpeter.
Sin embargo, en las economías en desarrollo, donde cerca de 2.700 millones de personas no tienen acceso alguno a la financiación y viven con menos de 2,5 dólares al día, estas nuevas tecnologías podrían suponer una aceleración de su crecimiento. Si el mundo permanece en paz y la tecnología blockchain madura, la convergencia (catch up) de los países en desarrollo hacia los niveles de vida de los países avanzados podría ocurrir más rápidamente de lo esperado.