Es bastante raro escuchar algún comentario negativo sobre la economía de Estados Unidos en los últimos dos años. Parece que, desde que Trump llegó a la Casa Blanca, esta hubiera funcionado perfectamente sin interrupciones, y como si el presidente hubiese encontrado mágicamente la fórmula legendaria para el crecimiento económico eterno y la reducción del desempleo. Es completamente cierto que la tasa de paro más baja desde 1969, un 3,7%, se ha registrado con Trump en el Despacho Oval, y que el país ya ha batido el periodo de crecimiento más largo de su historia, con más de 121 meses de expansión económica continua, a una tasa que ha oscilado entre el 2% y alrededor del 3,5% desde 2017. Recientemente, EE.UU. se desaceleró suavemente, con un crecimiento anual del 2% sobre PIB en el segundo trimestre del año. Pero eso parece resultar insignificante para muchas personas. Los partidarios de Trump siguen eufóricos con las políticas y la dialéctica de su presidente.
Sin embargo, no todo está funcionando como debería en este mandato. Al menos, en el campo económico. Unas de las peores estadísticas provenientes del otro lado del Atlántico son las relacionadas con el déficit público y la deuda, que se han disparado de forma constante durante al menos los últimos dos años. Lo más sorprendente es que la mayoría de los analistas económicos y políticos no han comentado nada al respecto. Como si ya hubieran olvidado que Trump prometió fervientemente terminar con la montaña de deuda pública en ocho años… Desde luego, no parece hallarse preocupado por cumplirlo, ya que sus niveles han aumentado un 16% desde que entró en la Casa Blanca. ¿Qué ha pasado con los viejos tiempos, cuando los republicanos prometieron mantener el gasto controlado y un presupuesto equilibrado, y lo lograron? ¿Dónde han volado el liberalismo económico y la responsabilidad fiscal?
Los niveles de deuda finalmente han superado el punto de referencia de 23 billones de dólares, una cantidad insostenible teniendo en cuenta el tamaño del PIB estadounidense, de alrededor de 19,5 billones. Por lo general, este tipo de fenómenos económicos tienden a ocurrir en escenarios de recesión profunda, no en medio de una expansión histórica y con los niveles más bajos de desempleo de los últimos 50 años. Entonces, ¿por qué está pasando esto? En una palabra: déficit. En realidad, debería escribirse en mayúsculas, porque, aunque nadie hable de él, es enorme: en torno al 5,6% del PIB. En cifras nominales, representa casi un billón de dólares anuales. Concretamente, 984.000 millones de gasto que excede los ingresos fiscales reales, debido a un incremento del 26% respecto al año pasado. Esta situación ya ha sido clasificada como «preocupante» e «insostenible» por la Reserva Federal, la cual también ha hecho referencia a los niveles totales de deuda.
Sin embargo, Trump no tiene intención de restringirlo o de hacer nada para remediarlo. Pero, ¿de dónde viene este peligro financiero? ¿De la falta de ingresos fiscales o del exceso de gasto público? En realidad, de lo segundo, porque, como se verá a continuación, los primeros han aumentado a lo largo de este período. Por tanto, el verdadero problema radica en una explosión del gasto público de más del 8,2%. Analicemos las dos caras de la moneda.
¿De dónde viene esta situación? ¿De la falta de ingresos fiscales o del exceso de gasto público?
En primer lugar, debemos desmitificar la idea de que los recortes de impuestos siempre generan una contracción en los ingresos fiscales. Y no nos basamos para afirmarlo en la curva de Laffer, que muchos economistas todavía consideran no probada científicamente, sino en una mayor actividad económica, creación de empleo, flujos de capital extranjero, y más y mejores inversiones. Precisamente, después de la Ley de Reducción de Impuestos y Empleos de 2017, y de acuerdo con los datos del Centro de Política Fiscal, los ingresos tributarios totales crecieron un 7,4% en el ejercicio fiscal de 2018, y un 5,8% en el de 2019. Esto refleja cómo la actividad económica puede generar mayores ingresos fiscales sin la necesidad de impuestos onerosos. Pero estas rebajas no tuvieron el mismo efecto en todos los sectores, y es por eso por lo que la recaudación varía ampliamente según la fuente.
Por ejemplo, los ingresos por IRPF crecieron un 4,5% en 2019, mientras que los de Sociedades lo hicieron en un increíble 24% ese mismo año fiscal, impulsados en gran medida por los cambios en la legislación tributaria, que incentivaron la reinversión de capital de empresas, amplificando la base imponible. Por su parte, los de ventas estatales aumentaron un 4,7%, lo que supuso un incremento respecto a 2018, cuando se acrecentaron a un ritmo del 4,4%.
Entonces, ¿de dónde viene el problema? Este debe debatirse y analizarse desde el marco conceptual de que el gasto es excesivo. Se proyecta completar una expansión del 16% en el período 2017-2020, debido principalmente a las resoluciones internas del Congreso, como una ley aprobada en 2018 por los republicanos, que relajaron los límites de gasto previamente establecidos y los fondos de ayuda por desastre.
El gasto militar también ha crecido dramáticamente bajo la presidencia de Trump, desde los 550.000 millones de dólares al año a más de 700.000 millones en 2019. Pero no solo son culpables los republicanos, ya que, a cambio de su apoyo a esta medida, los demócratas pidieron ampliaciones presupuestarias en otras áreas. Esto ha provocado que los niveles de déficit exploten, y que la deuda de EE. UU, como porcentaje de PIB, registre su nivel más alto desde el final de la Segunda Guerra Mundial, al alcanzar el 79,5% de deuda pública exclusiva, según la Oficina de Administración y Presupuesto.
Los niveles de déficit y deuda podrían resultar aún más altos, pero los contrarrestan los ingresos por aranceles y aduanas, que aumentaron en un 70% en comparación con el año anterior, sumando un total de 71.000 millones de dólares. ¿La contrapartida? Su negativo impacto sobre el comercio. Las políticas proteccionistas de Trump se han vuelto contra él y la economía estadounidense, provocando el mayor déficit comercial de la última década. Así, este ascendió en 2018 a 621.000 millones de dólares, un 12,5% más que el año anterior: un claro fracaso de sus políticas geoeconómicas aislacionistas.
En conclusión, debemos recordar que, desde 2013, cuando los niveles de deuda estadounidense superaron los 16,5 billones de dólares, y hasta 2016, Trump estuvo criticando a Obama por erigirse en uno de los mayores generadores de déficit y deuda en la historia de EE. UU. Y no se trata de defender a Obama, sino de mostrar la hipocresía política y económica del actual presidente, quien prometió terminar con la deuda durante su mandato… ¿Y qué ha hecho? Todo lo contrario.