Hay dos infraestructuras de las que depende el porvenir de la Comunidad foral: el tren de altas prestaciones y el Canal de Navarra. Los efectos de interrumpir ambas obras públicas condicionarán a nuestra región de modo significativo durante generaciones. Los políticos radicales que conforman el Gobierno foral, en contra de toda lógica, quieren repetir el error histórico que cometió Navarra en 1856, fecha en la que no se luchó para que la línea internacional de Madrid hacia Francia cruzara nuestra región para salir hacia los Alduides galos. Por el contrario, la Diputación de Guipúzcoa fue más inteligente y consiguió que el tren tuviera como destino Irún, a pesar que la accidentada geografía guipuzcoana encarecía el proyecto. Es un sarcasmo la excusa que ha puesto Barkos al decir que no pone una dinero para el tren porque el Estado tampoco lo va a hacer. Precisamente si Navarra se compromete con la obra el Ministerio quedará obligado a continuar. Moncloa conoce la predisposición de nuestra presidenta y la ha aprovechado para ahorrarse inversiones.
Los nacionalistas que nos gobiernan quieren que Navarra sea un paraje natural con preciosos bosques, pero sin AVE, como si éste fuera incompatible con el respeto a la naturaleza.
Da la impresión que todo lo que suponga progreso rompe la imagen idílica que quieren imponer a Navarra. Un ejemplo más es la pasividad del Ejecutivo para que se pueda abrir la mina de Zilbeti. Por el contrario, la construcción de la vía en el País Vasco cumple plazos y avanza al mayor ritmo posible porque lo descuentan del cupo. ¿Por qué lo que las políticas que desarrolla el nacionalismo en la comunidad vecina no las replica en Navarra?
Esta carencia ferroviaria perjudicará nuestro futuro porque frenará la movilidad del capital humano. Ser una región pequeña es un lastre, pero cuando se tienen buenas comunicaciones se puede superar ese handicap. La facilidad de transporte ayuda a conseguir esa especie de ‘masa crítica’ de talento que requiere todo gran proyecto. Con un tren de altas prestaciones se propicia la circulación de elites y nuestra región alcanza mayor tamaño que si permanece medio aislada. Carecer de una infraestructura que la disfrutarán las demás autonomías es una clara desventaja para nuestro desarrollo. Cuando una compañía grande, de esas que generan empleo, busca emplazamientos para una factoría, lo primero que hace es estudiar las comunicaciones para personas y mercancías. Si no tiene AVE, aeropuerto y autopistas el lugar queda desechado.
Si también tiene el peor régimen tributario de España y su inseguridad jurídica es manifiesta, ese lugar carece de atractivo para instalar negocios. Respecto al Canal de Navarra es más de lo mismo. Disponer de agua es disfrutar de una fuente de riqueza para el agro, la industria y el sector inmobiliario. Se tendría que estar proyectando en el 2016 la segunda fase y no se va a empezar el trabajo. El retraso de un proyecto que exige muchos años, impedirá que el agua llegue a la Ribera en varios lustros, si es que llega.
Lo más irritante de la actual situación son los silencios que el Gobierno de Navarra ha comprado a la confederación de Empresarios por 300.000 euros y a los sindicatos, organizaciones que han pasado de una subvención de 193.000 a 690.000 euros. Por eso han protestado tan poco cuando los radicales han comenzado a desmantelar el AVE y el Canal. Estas organizaciones han perdido su independencia y cuando se pronuncien se verá la mano de quien
les mantiene, porque quien paga manda
Por admin
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