La contención del gasto público que tuvieron que realizar muchos gobiernos como consecuencia de la última crisis no fue atacada sólo porque llevó a la reducción de los fondos empleados en programas sociales, sino también por considerarse que frenó la recuperación de la economía en unas circunstancias especialmente difíciles. De acuerdo con esta interpretación de la crisis, un aumento del gasto público en aquellos momentos habría generado una mayor actividad económica, lo que, a su vez, habría permitido una reducción del nivel de paro y una tasa de crecimiento más alta. De este punto de vista, la famosa “austeridad” habría frenado la recuperación y prolongado innecesariamente la recesión.
Pero, Les esto cierto? Y, si lo fuera, ¿por qué tantos países se resistieron en su día a elevar sustancialmente sus niveles de gasto público, como tantos políticos v economistas les pedían de forma insistente? La argumentación de éstos se basaba en la idea de que uno de los problemas fundamentales de las economías occidentales en aquellos años era una insuficiencia de demanda agregada; y el aumento del gasto público habría sido, en su opinión, el instrumento más adecuado, ya que habría generado mayor actividad en las empresas y más empleo y, a través de un proceso multiplicador, habría generado un crecimiento del PIB muy superior a la cifra en la que inicialmente se elevó el gasto público. Y la pregunta que este tipo de análisis plantea es por qué los estados no empezaron a aplicar tales políticas tan pronto como empezó la recesión. La explicación que a menudo se da a este hecho es que los gobiernos estaban a cargo de personas con ideas equivocadas y “prejuicios neoliberales” que les impidieron hacer uso de las políticas adecuadas en aquellos momentos. Pero esta tesis es muy discutible y cabe argumentar que la estrategia de los gobiernos reticentes a aumentar el gasto público era bastante más sólida de lo que sus críticos piensan.
La teoría que hay detrás de la defensa a ultranza del crecimiento del gasto público en situaciones de crisis -y su popularidad entre tantagentetiene su fundamento en efectos que se perciben a primera vista: más gasto-más demanda-menos paro-más renta. Pero hay una serie de factores PLEO Existe la creencia, entre políticos y economistas, de que a más gasto público, se produce más demanda, baja el paro y se dispone de más renta, pero no es así. Subir el gasto público puede llevar a situaciones peores de lo que los partidarios de este tipo de medidas creen Lo que determina la evolución de una economía es su sector productivo, no el gasto público y circunstancias que, inicialmente, no se ven y son, sin embargo, muy relevantes; tanto que pueden llevar a las economías a situaciones bastante peores de lo que los partidarios del modelo de expansión del gasto suponen. En primer lugar, los multiplicadores del gasto y la inversión son significativamente menores en las economías abiertas que en las economías cerradas. Y hoy vivimos -afortunadamente- en economías abiertas. Cuando el comercio internacional tiene un peso relativamente alto con respecto a la generación de PIB, el efecto multiplicador es más pequeño, porque buena parte de la nueva demanda se orienta a bienes producidos en el exterior y estimula, por tanto, la producción en otros países. Pero más importante aún es el hecho de que el nuevo gasto tendrá que ser financiado con mayores impuestos, más deuda pública o, seguramente, ambas cosas a la vez. En el primer caso se reduciría la renta disponible de los hogares y, por tanto, su capacidad de consumo; lo que frenaría, a su vez, el aumento previsto de la demanda. Y la segunda solución significa desviar fondos de los ahorradores desde la inversión privada al sector público; y puede, además, plantear problemas de solvencia en un país cuyo sector público está ya fuertemente endeudado.
Resulta además que algunos estudios empíricos recientes plantean serias dudas con respecto a los efectos positivos de utilizar el aumento del gasto público como uno de los instrumentos básicos de la política económica para combatir el estancamiento y la recesión. En concreto los trabajos de Alessina y su equipo muestran dos resultados interesantes. El primero, que las políticas basadas en recortes del gasto público sin subidas de impuestos -o aquellas en las que, aun dándose arabas circunstancias, el recorte del gasto fue cuantitativamente más importante que la subida de impuestos- tuvieron como resultado una menor caída del PIB que aquellas que intentaron equilibrar la economía elevando los impuestos sin reducir el gasto. Y, el segundo, que pueden diseñarse políticas expansivas -incluso en el corto plazo- con una reducción del gasto público, si ésta va acompañada de otras reformas. En otras palabras, lo que realmente determina la evolución de una economía es el funcionamiento de su sector productivo, no el estimulo que el gasto público pueda generar.