Según muestra el gráfico, hace menos de 30 años –en 1995– la cantidad media que pagaba todo conductor que se disponía a llenar el depósito de su automóvil por un litro de gasolina o gasóleo apenas superaba los 50 céntimos de euro. No fue hasta pasados diez años desde entonces –en 2005– cuando el litro medio de hidrocarburo superó los 80 céntimos. Esta cantidad continuó creciendo hasta alcanzar su pico en 2008. Este año fue el primero en que el precio medio de este bien superó el euro. En comparación con el 2007, en tan solo doce meses el importe aumentó en más de 16 céntimos.
Con la llegada de la crisis económico-financiera, en 2009 el precio del litro de hidrocarburo se redujo en más de 20 céntimos, volviendo a situarse por debajo del euro. Hasta 2012, el importe que pagaba todo conductor no dejo de crecer y –una vez finalizada la etapa de recesión– este precio volvió a disminuir progresivamente durante todos los años que se prolongan hasta 2016. Este año fue la última vez en que en los letreros luminosos de las gasolineras pudo verse el precio medio de la gasolina y del gasóleo por debajo de un euro.
En el período comprendido entre 2016 y 2021, el importe promedio del litro de hidrocarburo ha crecido año tras año, con la única excepción notable que se puede apreciar en el gráfico para el año 2020. En este período el litro medio de carburante casi llega a rozar el euro. El motivo por el que en el 2020 se interrumpe la tendencia creciente de los años anteriores se encuentra –indudablemente– en una disminución muy pronunciada de la demanda de hidrocarburos a consecuencia de las restricciones a la movilidad –inconstitucionales– decretadas por el Gobierno de España como consecuencia de la pandemia del coronavirus.
No obstante, solo bastó un año para remontar el valor del ejercicio 2020. Así, en el 2021 el precio medio del litro de hidrocarburo ya se encontraba por encima de lo que lo estaba en 2019. Pero, ¿cuál es la situación actual del precio de los hidrocarburos?
La Agencia Estatal de la Administración Tributaria a fecha de hoy no ha ofrecido –siquiera– un dato aproximado en forma de previsión. Sin embargo, es un clamor popular en toda España que la gasolina está por las nubes. Y es cierto. Basta toparse con una gasolinera para conocer de primera mano que el carburante parece oro. Ya no es sorprendente ver en la mayoría de gasolineras que el litro de cualquier hidrocarburo se vende a más de 2 euros.
Pero lo realmente alarmante no es el precio del carburante en sí, sino los numerosos impuestos que se encuentran de este precio final. Por ejemplo, en el año 2020 más de la mitad –el 51 %– del precio del litro de combustible lo conformaban el Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA) y el Impuesto Especial sobre los Hidrocarburos. Esto significa que la Hacienda Pública está ingresando cada vez más por la subida del precio de los carburantes ya que cuanto mayor es la base del impuesto (el precio de la gasolina o del gasóleo neto de impuestos), más grande será la cantidad de la que se beneficie el Estado por la acción de la población de llenar el depósito.
Estamos muy lejos de aquellos 51 céntimos que se pagaban de media en 1995 por cada litro de combustible que poníamos sobre nuestros automóviles; sin embargo, podríamos estar mucho más cerca si el Gobierno de España decidiese suprimir o –al menos– reducir la tarifa del Impuesto Especial sobre Hidrocarburos. Sin embargo, a pesar de llevar adelante esta tarea sencilla, el Estado parece estar más interesado en hacer creer que paga 20 céntimos a los españoles por cada litro que estos ponen en los depósitos de sus coches cuando en realidad está ingresando un euro si el precio del carburante se sitúa en –por ejemplo– 2 euros. Y –por si fuera poco– mejor no hablar de cómo se está gestionando esa bonificación de 20 céntimos…