Los datos de afiliación a la Seguridad Social de abril siguen mostrando una recuperación intensa del empleo en España. En términos interanuales, el ritmo de crecimiento del empleo roza el 4%, a la par, por tanto, que el del PIB nominal (la producción de bienes y servicios a precios de mercado) a cierre de 2017, y ocho décimas por encima del PIB real (a precios constantes). Que esta tasa de afiliaciones a la Seguridad Social supere a la de crecimiento de la economía es buena señal para una fuerza laboral tan castigada por la crisis.
En este contexto, cabría esperar una convergencia entre las diferentes comunidades autónomas, de modo que el empleo aumente proporcionalmente más en aquellas que vienen de una situación peor, y que lo haga en menor medida en las que no han sufrido una destrucción de puestos de trabajo tan dura. Sin embargo, esto no está siendo así. Las estadísticas de la Seguridad Social actualizadas al mes de abril muestran que las regiones que están a punto, o ya han recuperado los niveles de afiliación de 2008, son las que más crecen en empleo, excepto la Comunidad Valenciana, cuyas afiliaciones se incrementan un punto más que las de la media nacional, pese a haber recobrado tres puntos menos de empleo que el conjunto de España hasta 2017.
Esta correlación directa resulta preocupante, dado que genera un desequilibrio entre regiones como Baleares o Madrid, que han retornado a la tasa de empleo de 2008, y Asturias, que ha recuperado un 88,5% de las afiliaciones medias mensuales, pero cuyo ritmo de crecimiento en cuanto a puestos de trabajo se queda por debajo del 2%, es decir, la mitad de la media nacional.
Hay otro elemento que no invita al optimismo. Se trata de la excesiva dependencia respecto al sector público a la hora de crear empleo. En el conjunto de las comunidades se observa que a mayor porcentaje de asalariados del sector público sobre empleados totales, la recuperación del empleo ha sido menor (correlación: –0,42). Esto implica que crear el empleo público no se traduce en un aumento del empleo total, sino que éste decrece, quizá porque el empleo del sector privado se desploma.
Existen dos grupos de regiones bien diferenciados: aquellas donde el sector privado es el que más contribuye a su crecimiento, y otras donde la que más pesa es la contratación pública. Por ejemplo, en Extremadura, Castilla y León, y Asturias, el servicio público de salud regional es el mayor generador de empleo, mientras que en Cantabria lo es la Administración General. En el otro extremo se sitúan País Vasco, La Rioja o Navarra, en las que el sector privado tiene peso gracias a la fuerte implantación del sector industrial, a través de las multinacionales que instalan en ellas sus centros de producción, mientras que en Baleares, Comunidad Valenciana o Canarias su fuerza se debe al empuje del turismo.
Ante este mapa tan dispar, a las provincias más rezagadas en términos de empleo y los sectores más lentos les convendría acelerar su ritmo de crecimiento, ante el peligro de que la economía global vuelva a una recesión, y se queden descolgados del resto de España.