Soy un acérrimo defensor de los impuestos equitativos, a la par que un crítico implacable con los despilfarros, provenientes de los excesos y de la mala gestión, que pagamos entre todos. El contribuyente asume un acto de justicia al abonar un tributo por los servicios recibidos de la Administración, como Sanidad, Educación, Defensa, Justicia, etc. Por el contrario, es lógico que rechace contribuir más para materias innecesarias.
En Navarra, en conjunto, pagamos más que el resto de comunidades, aunque las contraprestaciones públicas también tienen mayor calidad, solo comparables a las de País Vasco y Madrid. Sin embargo, también se aprecia mucho gasto inútil, especialmente cuando se destina a causas tras las que se esconden motivaciones ideológicas. El problema de Navarra radica en que se prioriza mal en el presupuesto, tal como lo demuestra que no haya dinero ni para ampliar los carriles de una carretera en la que hay muchos accidentes. También crispa saber que el AVE está en vía muerta, cuando se trata del proyecto estratégico más esencial para el porvenir de la región. Duele que esas inversiones no se hayan podido hacer, cuando sí ha habido recursos para incrementar el Ejecutivo a catorce miembros, cuando con Yolanda Barcina fueron nueve. O para que la estructura del Gobierno haya crecido en 101 altos cargos respecto a los de la legislatura anterior.
La variable más utilizada para comparar la fiscalidad sobre la nómina de un trabajador es la denominada “cuña fiscal”, que viene a ser el porcentaje que suponen el IRPF y las cotizaciones sociales en el salario bruto de un empleado. En términos medios, Navarra arroja el mayor valor, un 41,87%. Le siguen País Vasco (40,32%), Madrid (39,52%), Cataluña (39,37%) y Asturias (38,40%). Sorprendentemente, La Rioja, con un 37,46%, está muy por debajo de la mitad. Obviamente, tener la mayor cuña fiscal no constituye el mejor reclamo para quienes tengas un trabajo deslocalizable.
Los políticos españoles dicen que se pagan pocos impuestos frente a otros países, algo que no es cierto al hablar de la cuña fiscal, pues, según la OCDE, la de España se sitúa 3,5 puntos porcentuales por encima de la media de las
economías desarrolladas: el 39,5% frente al 36% para un sueldo medio bruto sin aplicar mínimo personal en el contribuyente sin hijos.
Este año, Fundación Civismo presenta hoy, 26 de junio, su estudio “Día de la Liberación Fiscal” para el conjunto de España. El navarro medio emplea 182 jornadas de sueldo para pagar tributos, los mismos que en 2019, lo que supone que necesita cuatro más que la media nacional para cumplir con Hacienda. El número de días se mantiene en la Comunidad Foral respecto al año pasado debido a que se combina una leve rebaja de IRPF en el tramo de menor renta, vía ampliación de los límites para aplicar la deducción por trabajo, y una deflactación de las tarifas con, en contrapartida, una subida
notable de Patrimonio y Sucesiones.
Sin embargo, siempre se puede estar peor: hay regiones que requieren más días de trabajo, como Cataluña (5 de julio), Cantabria (2 de julio) y Castilla La Mancha (1 de julio). Lo que nos debiera alarmar es que la fiscalidad de Navarra haya perdido la carrera de la competitividad para atraer empresas e inversiones que tuvo antaño. Cuando gozábamos de un régimen fiscal atractivo, la Hacienda foral recaudaba, en términos relativos frente a otras regiones, una cantidad mucho mayor que la actual. De nuevo, hay que recordar la torpeza de mantener el Impuesto al Patrimonio. En primer lugar, porque recauda poco; y en segundo, porque ha provocado que bastantes de los mejores contribuyentes se hayan ido a Madrid, con lo que se han perdido los ingresos fiscales mucho mayores: los que provenían del IRPF.