El último Boletín estadístico del personal al servicio de las Administraciones Públicas mostró que nuestra Comunidad, entre julio de 2015 y el mismo mes de 2017 (justo en los dos primeros años de gobierno del cuatripartito), es la campeona nacional en el aumento de su personal, tanto al servicio de la Administración local, como del Gobierno foral. Citaré las cifras de ese bienio.
Los ayuntamientos navarros pasaron de tener 4.809 trabajadores a disponer de 7.350, lo que supone un incremento de un 34,57%, siendo la media nacional de –1,86% (¡bajó el número de contratados públicos!). Las CCAA que le siguen son Andalucía (7,33%), País Vasco (6,71%), Asturias (4,57%), Aragón (2,69%), Baleares (2,29%) y Cataluña (1,63%); el resto de las regiones han reducido la plantilla de sus consistorios. Respecto a la Administración foral, pasó de 23.280 a 26.769, un aumento del 13,03%, la mayor cifra de todas las CCAA, cuya media es del 1,44%.
Ahora me explico por qué no hay dinero para el mantenimiento de carreteras, ni se pueden moderar unos impuestos que, en conjunto, son los más altos de España. Navarra no tiene un problema de bajos ingresos fiscales, sino de gasto desmesurado por tantas nóminas públicas. A diferencia de otras partidas, cuando un ente público incorpora personal, con frecuencia el coste aumenta de modo irreversible, porque la Administración no hace EREs. Como esto supone adquirir un compromiso a futuro, se debiera adoptar la prudencia de subcontratar servicios al sector privado, siempre que éste pueda ofrecer la misma o mejor calidad a un menor precio. Vivimos tiempos en los que el supremo bienestar del que nos hemos dotado es tan costoso, que obliga a evitar una política de personal expansiva. Por tanto, el Gobierno de Navarra ha de hacer una auditoría que explique las cifras del citado Boletín y proponga soluciones.
Desconozco por qué los ayuntamientos navarros han aumentado tanto sus plantillas desde julio de 2015. ¿Será porque se han incorporado muchos ‘asesores de confianza’ para ofrecer nuevos servicios? Si esto fuera cierto, la duda que surge es hasta qué punto la creación de tantos nuevos empleos la ha regido el clientelismo partidista.
Respecto al aumento del personal de la Administración foral, su causa más probable es la tendencia al incremento de los profesionales sanitarios. Conste que no estoy atacando en modo alguno la sanidad pública foral, que es de las mejores de España. Tan solo sugiriendo que puede y debe mejorar su rendimiento, ya que estamos gastando lo que no tenemos, y esta sangría de dinero puede arruinar Navarra. Una solución que se ha demostrado eficaz en otros sitios pasa por una colaboración constructiva entre los centros públicos y privados, con el fin de optimizar los recursos humanos e instrumentales. La sanidad privada ha demostrado ofrecer costes competitivos, quizá porque goza de mayor flexibilidad y se organiza mejor. ¡Qué pena que haya políticos que quieran perjudicarla! Duele en nuestros bolsillos que algunos representantes antepongan su sectarismo ideológico al realismo que impera en el mundo empresarial.
No hay que olvidar que el aumento de las partidas de personal presenta el grave riesgo de comprometer el cumplimiento de la regla de gasto fijada en la Ley de Estabilidad Financiera, y de que, por tanto, la deuda se dispare. Vaya mi elogio para el consejero de Hacienda, por su promesa de cubrir deuda con el dinero que ha devuelto el Estado. Al margen de que endeudar a las siguientes generaciones para vivir mejor nosotros es egoísta, Navarra depende de sí misma y, por pura responsabilidad, debe asegurar la viabilidad para no poner en peligro su futuro.