La consejera de Hacienda, Dolores Carcedo, anunció hace unos días sus planes para reforzar la luchar contra el ‘fraude’ fiscal, aumentando la plantilla de empleados públicos dedicados a perseguir contribuyentes. Es decir, aumentando funcionarios para, en vez de prestar mejores servicios a los ciudadanos, acosarlos a base de inspecciones. Una manera muy llamativa de entender eso del ‘servicio público’.
Paralelamente, hace también no mucho, el ‘think tank’ Civismo presentó su informe sobre presión fiscal en las distintas regiones espa- ñolas que, como ya viene siendo habitual, encabeza el Principado. Asturias lidera en solitario la clasificación, en donde las Administraciones se quedan con el 40,68% del PIB de la provincia, muy lejos de Navarra (31,16%), Vascongadas (32,61%) o de Madrid (32,99%).
Junto con Asturias, pero a algo de distancia, se sitúan en cabeza Cantabria (39,97%), Extremadura (39,05%) y Andalucía (36,92%). Regiones que tampoco se caracterizan ni por su dinamismo y ni por la pujanza de su economía.
Simultáneamente al anuncio de la consejera socialista, la formación comunista IU ha exigido –por boca de Gaspar Llamazares y como condición previa a la negociación de los presupuestos regionales– un plan contra la ‘evasión’ fiscal. No es de extrañar, ya que los comunistas siempre se han caracterizado por ser unos maestros en eso de evitar la evasión y la libre circulación de las personas, como ya hicieron en la extinta RDA y o continúan haciendo en Cuba y Corea del Norte. Para algunos, la represión siempre es el camino. En definitiva, parece que se ha constituido una pinza socialcomunista contra el contribuyente, una suerte de sadismo fiscal.
A nuestros políticos no les basta con apropiarse del 41% de la riqueza de Asturias, siempre quieren «más, más y más y mucho más». Algo morboso se esconde detrás de esas apetencias de lo ajeno; sus rostros henchidos de placer se iluminan con los anuncios de lucha contra el ‘fraude’, contra los ricos, contra los empresarios, esa persecución a los muertos en busca de sus herencias es digna de ser psicoanalizada. Nuestros políticos no entienden –en palabras de Ronald Reagan– que «el problema no es que la gente pague pocos impuestos, el problema es que el gobierno gasta demasiado».
Las soluciones policiales al descuadre de las cuentas públicas siempre son más sencillas y llamativas. Al fin y al cabo consisten en identificar un enemigo externo a quien echar las culpas: los ricos, los empresarios, los insolidarios, etc. Más complejo es analizar las causas de la elusión fiscal en vez de atacar sus síntomas. ¿Por qué la gente evita el pago de impuestos? ¿Será por la relación coste beneficio? ¿Quizás porque los impuestos son ya demasiado altos? O ¿Porque el uso que se da a nuestros impuestos no es el que los contribuyentes desean? ¿Porque la legislación es excesiva y asfixiante?
En cualquier caso, nuestros políticos socialistas y comunistas, parecen no haber entendido aún que el maltrato al contribuyente no es el camino. La solución no está en perseguir y acosar, en asustar y expulsar, sino en atraer, en seducir. En mostrar tus encantos, en crear ecosistemas de baja fiscalidad, simplicidad regulatoria y seguridad jurídica.
Hay a quien le gusta el ‘sado’, que le fustiguen y le azoten, pero créanme, en materia fiscal, eso no es muy común. Cuidar y mimar al inversor y a los residentes fiscales es el mejor camino. El sadismo fiscal con el que se ensañan nuestros políticos es lo que está llevando a nuestra querida Asturias al atraso económico y el despoblamiento.