Un “think tank” (bidón de ideas) liberal llamado Civismo ha celebrado el viernes 3 de julio el Día de la Liberación Fiscal, ya que hasta tal fecha los ciudadanos españoles trabajan para satisfacer sus obligaciones fiscales–entre impuestos y cotizaciones sociales– y solo el resto del año lo hacen para sí mismos. Tras la reforma anunciada por el gobierno, la cita se adelantará al 26 de junio: entonces no será algo más de la mitad, sino algo menos.
Contado de esta manera, el asunto provoca un comprensible malestar. ¡La mitad del año trabajando para el Gobierno, las autonomías y los ayuntamientos! Indignante, ¿verdad? Pero hay otra forma de narrar la misma historia, de divulgar los mismos datos. Dicho con la modernez al uso, otro relato es posible.
En ese otro relato, hasta el 3 de julio hemos estado trabajando para pagar las pensiones de los jubilados, incluidos los de nuestra familia, nuestro vecindario y nuestra comarca. Y los subsidios de los parados que lo gozan (sí: familia, vecindario, comarca). Y los maestros de la escuela pública o el concierto de la escuela privada donde van nuestros hijos (y los del vecindario, etcétera), y los ambulatorios y hospitales donde atienden a nuestros mayores y les dan gratis (aún) gran parte de los medicamentos. (Y donde atienden a los menos mayores, porque cuando el médico de la mutua nos diagnostica algo realmente caro, corremos a la pública).
Y para pagar a los guardias y a los soldados, y a los jueces que empapelan a corruptos, y las autovías gratuitas que superan en kilómetros a las autopistas de pago, y los AVE deficitarios que universalizan el derecho fundamental a ir a Madrid. Y suma y sigue y vayan añadiendo según conocimiento y experiencia, que la lista es larga.
O, dicho al revés, si el Día de la Liberación Fiscal cayera por la Candelaria, que se celebra en febrero, los mayores estarían totalmente a cargo de las familias (y también sus medicamentos y hospitalización), toda la escuela sería de pago (salvo las monjas de la caridad), el paro estaría desasistido, no habría más autopistas que las de peaje, y por el billete del AVE nos cobrarían lo que cuesta, infraestructura incluida (o sea, que no lo habrían construido). Claro está que dispondríamos de mucho más dinero en el bolsillo para pagar todos estos bienes y servicios que hoy sufraga el Estado.
Pero ya se sabe que en unos bolsillos habría mucho más dinero que en otros, desigualdad que se traduciría en notables diferencias en el cuidado de los mayores, acceso a las escuelas, atención médica y capacidad de sobrellevar un episodio de crisis con desempleo o de baja por enfermedad. Eso sí, a la policía ni tocarla: sería necesaria para parar los pies a los revolucionarios.