El Gobierno ha anunciado repetidas veces su propósito de elevar el impuesto de sociedades. No tenemos datos precisos todavía con respecto a las medidas que se podrían adoptar y, seguramente, el Gobierno tampoco. Pero poca duda cabe de que, a no ser que su debilidad parlamentaria se lo impida, Pedro Sánchez aumentará la carga tributaria de las compañías; si no de todas, al menos de las más importantes.
De nada ha servido que numerosos expertos le hayan dicho que esta medida tendría más efectos negativos que positivos, ya que el crecimiento de la recaudación se estima muy inferior al anunciado por el ejecutivo, y que las empresas reaccionarían modificando la gestión de su actividad en el exterior, seguramente en una forma poco favorable para la economía española. El Gabinete no parece consciente tampoco de que, en unos momentos en los que existe una cierta competencia en Europa por atraer sociedades que abandonen su sede de Londres como consecuencia del brexit, con su política estaría dando ventajas a otros países, al adoptar medidas que harían muchos menos atractivo para aquellas establecer su domicilio en España.
Poco importa. Se trata de sacar dinero como sea y, sobre todo, de tratar de convencer a la gente de que serán otros los que soporten el aumento de impuestos que se avecina. No sé cuáles son los conocimientos de hacienda pública de quienes forman el equipo de Sánchez. Pero no estaría de más recordarles que una parte de la carga del impuesto de sociedades se traslada a los trabajadores y a los consumidores. Y, además, que el hecho de que una empresa sea grande no significa que sus accionistas sean ricos.
Una mayor carga fiscal sobre los beneficios significaría más impuestos para todos los accionistas, incluidos los más modestos. Y esta es la razón por la que, desde la propia socialdemocracia, se ha mirado siempre con desconfianza este tributo que grava por igual a todos y se ha sugerido incluso que sería preferible que las sociedades no pagaran impuesto de beneficios y que estos tributaran —con tipos de gravamen diferenciados— en el impuesto sobre la renta de cada accionista. En todo caso, vamos una vez más contracorriente en Europa. No es una buena idea.