Nada menos que 400 milmillonarios de Estados Unidos, reunidos en una organización llamada Riqueza Responsable, han escrito una carta al presidente Donald Trump para que no (les) rebaje el impuesto de sociedades, ni el de la renta, ni el de sucesiones; y ello por dos razones: porque les «preocupa su nación y su gente» y porque no entienden que se hable de recortar el gasto público cuando se propone un recorte de los impuestos. Entre los firmantes están Warren Buffet, George Soros y Bill Gates, adinerados filántropos todos ellos.
La reducción aprobada por el Senado, que seguramente recibirá la anuencia del presidente, consiste en lo siguiente: los tramos del impuesto federal sobre el ingreso se reducen de siete a tres; el tipo marginal del impuesto para las parejas tipo que ganen un millón de dólares al año se reducirá del 39,6% al 38,5%; el impuesto de sociedades se rebajará del 35% de los beneficios al 20%, y el impuesto de sucesiones, que ahora pagan unas 5.000 familias americanas cada año, se suprime del todo.
¡Cuán responsables y generosos son esos pobres ricos! ¡Cómo piden que las ayudas filantrópicas que ellos hacen voluntariamente se hagan obligatorias para todos (ricos o incluso pobres) con más impuestos! ¡Cómo desean que los políticos nos digan en qué hemos de gastar la mayor parte de nuestros ingresos personales!
QUIÉN PAGA EL IMPUESTO.
No es en general sabido que, en Estados Unidos, el impuesto federal sobre la renta ya recae sobre todo en los más ricos. Greenberg y Olsen, de la Tax Foundation, han concluido, sobre la base de las cifras del Federal Budget Office para el año 2013, que el 1% más pudiente pagaba al fisco federal el 34% de sus ingresos. Si además, sobre la cantidad bruta de impuesto sobre la renta que pagan los hogares, calculamos el neto, tras tomar en cuenta lo recibido en forma de transferencias y servicios federales, entonces resulta que la casi totalidad de los impuestos federales sobre la renta netos los pagó en 2013 el quinto superior de la distribución del ingreso (por término medio, 57.700 dólares al año), mientras que el 20% siguiente, sólo 2.600 dó- lares; y todo el resto de la población, es decir el 60% de los contribuyentes, no pagó impuesto sobre la renta en términos netos, sino que recibió transferencias o servicios por valor de entre 7.800 y 12.200 dólares al año.
Por cierto, la situación es semejante en el Reino Unido, pese a que la manía igualitaria sea allí aún más aguda que en América. En el año 2013, el 53,4% recibió más transferencias de lo que pagó en impuestos, y más de un cuarto de lo que la Corona británica recibe por el impuesto sobre la renta lo paga el 1% de los contribuyentes. Dejo para otro día la comparación con España, pues el análisis exige mirar la evolución a lo largo de todo el reinado de Cristóbal Montoro. En una cosa tienen razón: en que no es buena idea bajar los impuestos sin reducir el gasto. Ello aumenta el déficit público y aumenta la deuda pública: se calcula un déficit de 144.000 millones más en Estados Unidos durante los próximos 10 años, a cargo de los ingresos de las generaciones futuras.
¿DEVOLVER A LA SOCIEDAD?
La primera equivocación de estos ricos responsables suele ser decir que quienes han acumulado una fortuna durante su vida tienen la obligación de devolver una parte a la sociedad. Me parece muy bien que quieran donar una parte de su fortuna para caridad, cultura, u otras buenas causas.
Pero ellos ya pagaron lo debido a la sociedad en forma de salarios, suministros y útiles bienes y servicios. Tal es la verdadera aportación social de los empresarios afortunados, no sus ayudas solidarias. A quienes duden de mis palabras les preguntaré si han dado más a la humanidad Bill Clinton, Warren Buffet, Amancio Ortega o Juan Boig con los negocios que fundaron o con las fundaciones que han creado. Cada vez que ustedes usan Microsoft o invierten en Berkshire Hathaway, o compran en Zara, o dejan dinero en Mercadona están recibiendo de esas compañías más de lo que gastan. Y lo mismo digo de esos otros 400 milmillonarios. Si además son tan inventivos y ordenados en sus actividades no lucrativas como lo han sido en la producción de lo que les ha enriquecido, pues miel sobre hojuelas. Una de las gracias del capitalismo es que haya muchos ricos generosos que sepan administrar su acción solidaria con la misma eficacia con que lo hicieron en sus negocios.
Es, pues, acertada la idea de que una parte de lo que ricos y menos ricos donan a fundaciones y fines «sociales» pueda deducirse del impuesto sobre la renta, incluso de forma tan generosa como se permite en Estados Unidos. Si se regula bien, ello no cambia la contribución de los individuos al Fisco, sino que deja en sus manos y no en manos de los políticos la decisión de a qué se aplica una parte de los ingresos públicos.
Pero ese tipo de deducciones no acaba de gustar porque en apariencia ellas no reducen directamente las diferencias sociales. No me cabe duda de que en una democracia los ciudadanos deben ser iguales ante la ley. Cosa muy distinta es forzarles a ser iguales en fortuna e ingresos con pesados impuestos y exacciones. Las cifras que he dado sobre quién paga impuestos netos en Estados Unidos indican lo difícil que resulta evitar que haya personas que sean más ricas que otras, por muchos impuestos con que se les cargue gracias a sus aciertos o los de sus padres y abuelos. Una de las razones por las que Donald Trump ha querido reducir el impuesto de sociedades del 35% al 20% es que las empresas que han ganado dinero con sus filiales en el extranjero repatríen esos beneficios. Es muy difícil hacer que todos tengamos los mismos ingresos y riqueza, cualesquiera hayan sido nuestras capacidades y nuestra suerte comparadas con las de esos milmillonarios, o en algunos casos sus padres o abuelos. No se puede decir que los impuestos en ese país tan neocapitalista no sean progresivos y, sin embargo, parece que no hay modo de impedir que esos superricos creen riqueza para ellos, sus empleados y sus clientes. La suerte no favorece a los que están dormidos. El gordo de la lotería se gasta en un periquete.
¿QUIÉN PRODUCE LA RIQUEZA?
La riqueza no la produce el consumo sino la inversión premiada por el consumo. Por eso debemos alegrarnos de que en España «el número de grandes millonarios haya crecido un 24% desde el inicio de la recuperación», como proclaman con escándalo algunos periódicos. Añaden que el 74% de ese patrimonio está invertido en acciones, obligaciones, depósitos y otros instrumentos financieros, que luego fluyen hacia la inversión. Y si un cuarto ha ido al mercado inmobiliario, pues algo contribuirá a nuestro bienestar —a menos que los bancos centrales estén creando otra burbuja con BH sus tipos de interés del 0%