Presión y esfuerzo fiscal: matizaciones para España
19 de febrero de 2014
Por admin

Luis Docampo Schroedel firma en La Voz Digital un interesante artículo en el que explica la diferencia entre presión y esfuerzo fiscal. Pueden leerlo al completo aquí. Destaco algunos fragmentos:
Todos somos conscientes de que desde el año pasado los impuestos se han elevado de manera notable para hacer frente a la crisis por la que atraviesa nuestro país. Esto quiere decir que ha subido la presión fiscal, es decir, que se han incrementado los ingresos fiscales (mas cotizaciones a la SS) con respecto al PIB; sin embargo, el esfuerzo fiscal no depende de los ingresos fiscales totales sino de cómo se reparte dicha carga entre cada contribuyente. Parecen términos similares pero, si bien guardan una cierta relación entre sí, no significan lo mismo, por lo que es conveniente diferenciarlos. El primero es un reflejo del gasto del Estado, mientras que el segundo mide los impuestos que pagamos.

Resumiendo:
Presión fiscal = Ingresos fiscales*/ PIB (*)
Incluye las cotizaciones a la SS y los impuestos indirectos
La presión fiscal se obtiene dividiendo la recaudación tributaria entre el PIB (Producto Interior Bruto), por lo que es un dato macroeconómico que depende sobre todo de la actividad económica del país, y no tanto de la bajada o subida de impuestos.
Esfuerzo fiscal = Presión fiscal/ Renta per cápita

Esfuerzo fiscal es el indicador que mide el peso que representa los impuestos en la renta per cápita de los ciudadanos, es decir, qué porcentaje de lo que se gana va destinado al pago de tributos. Por tanto, afecta más de manera directa al bolsillo de los ciudadanos. Incluye todo tipo de impuestos, desde el IRPF hasta el IVA, pasando por las cotizaciones a la Seguridad Social u otros impuestos directos.

Para hacernos una idea, la última subida de impuestos ha generado que el esfuerzo fiscal en España se haya incrementado de manera notable: hay que hacer un mayor esfuerzo económico a través de los tributos, hay que pagar más. Así se desprende del comunicado difundido por Asefiget (Asociación Española de Asesores Fiscales y Gestores Tributarios) que incide en que las últimas subidas de impuestos han situado el esfuerzo fiscal del contribuyente en el 40%, el más elevado de la zona del euro.

Por el contrario, la presión fiscal en nuestro país se sitúa, según los últimos datos de la OCDE, en el 41%, entendida como el peso de los impuestos y las contribuciones a la Seguridad Social sobre los costes laborales. Con un ejemplo traducido a las cuentas de una economía domestica podremos comprobar el funcionamiento de estos indicadores. El think tank ‘Civismo’ (grupo de expertos formado por economistas de gran prestigio) ha señalado en un reciente estudio que los españoles trabajan una media de 184 días solo para pagar impuestos y cotizaciones sociales. En la práctica significa que tienen que dedicar medio año de su trabajo para pagar sus impuestos.

En el informe aclaran que un trabajador que gane un sueldo medio bruto de 24.400 euros al año estaría obligado a pagar 8.667 euros al Estado en concepto de impuestos, lo que equivale a 130 días de trabajo. Sin embargo, a esta cifra habría que agregarle los costos de la Seguridad Social que le son descontados de su salario efectivo (31.696 euros que son la suma de su salario bruto y las cotizaciones sociales que cubre la empresa) y que ascienden a 7.296 euros. De esta forma, de su salario total, Hacienda se embolsaría la nada despreciable cantidad de 15.963 euros al año, o lo que es lo mismo, el equivalente al 50,40% de su nómina real, que es lo que le sería descontado para afrontar con sus gastos tributarios y que se encuadraría dentro de lo que es esfuerzo fiscal.

Colorario: Si lo que pretende el gobierno es aumentar la recaudación la forma no es exigir mayor esfuerzo, fiscal sino incidir sobre la presión fiscal aumentando el Producto Interior Bruto mediante medidas que fomenten el consumo y la producción. Que los impuestos establecidos se apliquen a todo el colectivo, no a los de siempre. En definitiva se puede repartir la carga fiscal entre más contribuyentes con medidas de lucha contra la economía sumergida que rondan ya el 25% del PIB. Está demostrado que todo aumento del esfuerzo fiscal lleva aparejado una mayor tasa de fraude y lo malo que se está extendiendo la cultura del fraude justificado por los grandes casos de corrupción con que nos desayunamos todos los días. El ciudadano se plantea, no sin razón, la siguiente cuestión: “si ellos no pagan ¿por que lo voy a hacer yo?”.

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