Presumir de una gestión excelente, y hacerlo a partir de una encuesta sin preguntas que pudieran obtener respuestas negativas para el Ejecutivo foral, resulta de un sarcasmo impresentable. El ‘navarrómetro’ se trata ya de un arma más de manipulación de nuestros gobernantes. Al incluir tan solo cuestiones que no deterioren al Gobierno, imitan el servilismo que profesa a La Moncloa el tendencioso CIS de Tezanos. El agravante es que estas encuestas ‘de encargo’ no las pagan quienes las utilizan en beneficio propio, sino todos los contribuyentes.
A bastantes políticos les gusta tanto el poder que necesitan ejercerlo, lo que les ha llevado a practicar un intervencionismo agresivo. En su arrogancia se creen que saben más que nadie, a pesar de que el currículum profesional de los numerosísimos altos cargos no lo avala. Este excesivo afán de protagonismo les impulsa a entrometerse con ridícula torpeza allí donde los verdaderos expertos lo harían mejor. Ver y escuchar cómo algunos de los miembros del Gobierno leen el documento que les han preparado para una comparecencia suscita unas penosas impresiones acerca de la presunta auctoritas del ponente.
El maltrato que se le está dando a la hostelería constituye un buen ejemplo. Se ha demostrado que el número de contagiados en los restaurantes resulta insignificante, pero los datos no importaban. Ha primado mostrarse duros, para arrogarse así el papel de salvadores. Convendría más limitarse a ser eficientes, aplicándose a conciencia en los rastreos, tal como ha hecho exitosamente Corea. Resulta comprensible que el sector hostelero pida la dimisión de la presidenta, porque se está llevando por delante proyectos profesionales de toda una vida y, a veces, de varias generaciones.
Navarra está mejor que la media de España, pero no por mérito del Ejecutivo de Chivite, sino por la solidez de muchas empresas e instituciones. Es admirable que la Universidad de Navarra, la segunda fortaleza de sostenibilidad de la Comunidad, haya podido soportar los siete ataques objetivos que ha sufrido. Estar en contra de todo lo que no sea público en educación y en sanidad por un motivo sectario se trata de un error, que, además, refleja ingratitud si se mira el comportamiento de la Clínica Universitaria en la pandemia y su aporte de camas de UCI. Olvidan el refrán de que “no se ha de morder la mano que te da de comer”.
Cualquiera que conozca la realidad navarra sabe que las políticas del Ejecutivo foral están propiciando el declive de la región en el medio-largo plazo. El dato más revelador y sensible de las expectativas que le aguardan a su economía consiste en la cantidad y tamaño de las empresas que se constituyen y, dentro de eso, el desembolso realizado resulta el factor más indicativo. La inversión acude a un lugar concreto cuando el gobierno de la comunidad donde se quiere radicar la compañía genera confianza y existe un clima de certidumbre social y económica.
Si comparamos los desembolsos para constituir empresas en el segundo y tercer trimestre de 2020 con el mismo período de 2019, se puede determinar cómo ha golpeado la covid-19 en las distintas regiones. En España, se han dejado de invertir 658,64 millones, es decir, un 28,19% menos, y es Navarra donde, en proporción, más ha bajado esta inversión societaria: un 91,54%. No tengo ninguna duda de que contribuye a ese impresionante desplome el que Navarra esté gobernada por una ‘coalición de hecho’ en la que figuran Podemos y Bildu, pues despierta una inseguridad jurídica notable. Tampoco ayuda que la fiscalidad foral sea, en su conjunto, una de las más gravosas de Europa, y en la que más IRPF se paga de España en casi todos los tramos. Qué pena tanto desperdicio cuando el Gobierno foral tendría muy fácil acertar: imitar a Madrid.