“La única esperanza para Italia es la quiebra del Estado”
21 de julio de 2013
Por admin

Enrico Colombatto es profesor de Economía en la Universidad de Turín y director del Center of Economic Research en la ciudad piamontesa. También es uno de los mayores expertos italianos en regulación, burocracia y gasto público. Y parece evidente que en los últimos años los diferentes gobiernos de su país le están proporcionando mucho trabajo.

Hace unas semanas estuvo en Madrid, invitado por la Fundación Civismo, para participar en el Free Market Road ShowLibre Mercado se reunió con Colombatto horas antes de su intervención en el Congreso, para hablar de España, Italia y las soluciones al problema de deuda pública que amenaza ambos países. El profesor, una de las grandes figuras liberales en el mundillo académico italiano, ofrece una propuesta rompedora: “No pagar la deuda”. Parece impensable, pero él cree que será la única forma de comenzar de cero, dejando que quienes hayan prestado dinero a políticos irresponsables paguen por su error.

– Hace unas semanas, terminé un libro fantástico. Se llama God Italy, Bad Italy. Está escrito por Billy Emmott, periodista de The Economist. Leyéndolo, había muchas cosas que me recordaban a lo que pasa en España. ¿Es así? ¿Tenemos tanto en común?

– No conozco mucho el caso español, aunque tenemos algunas cosas en común. Lo primero que tenemos en común es el paro, especialmente el paro juvenil. Vuestra tasa de desempleo juvenil es del 57%, la nuestra es del 40%. Y qué se puede decir. Fundamentalmente tres cosas: primero el sistema educativo no funciona y no conecta con el mercado laboral. Ni forma lo que quiere el mundo de la empresa ni cubre las necesidades de los jóvenes. Muchos emprendedores italianos no encuentran el trabajo con el que sueñan. En segundo lugar, el mercado de trabajo está muy reglamentado. La regulación es muy fuerte. Y tercero, los impuestos son altísimos.

Si uno tiene una buena idea en España o Italia, tiene que pensar en migrar a Asia o EEUU. En Italia muchas veces migran a Suiza o Francia, que tampoco son el paraíso. También puede meter la idea en una caja y no realizarla nunca. La mayor parte de la población en nuestros países sigue pensando que la solución viene del Gobierno, del estado.

– España e Italia tienen estados muy grandes, pero además son muy ineficientes. Nuestras leyes son asfixiantes, pesadas,…

– En Italia, el sector público no ha sido concebido como una ayuda para la producción de riqueza y de bienes y servicios públicos. Ha estado concebido como un observatorio para generar consenso político y para agradar a la propia clientela. El concepto de público es de asistencia, pero no al ciudadano, sino al empleado del sector público. El beneficiado del sector público es el dependiente de este sector, no el ciudadano.

En los países nórdicos, el sector público, mejor o peor, está considerado como una herramienta al servicio de la población. En Italia o España, cuando el sector público es ineficiente, la solución para la gente siempre es ‘aumentar la dependencia del sector público”.

– Claro, en este sentido, lo que pide el ciudadano de a pie tras seis años de crisis es más gasto, más leyes, más intervención,… ¿Por dónde hay que empezar a cambiar?

– Por la mentalidad. Se ha agravado el espíritu asistencial que tenemos dentro de nosotros. El Estado es el problema, no es la solución.

– Es contradictorio, pero cuando fallan los políticos pedimos más poder para otros políticos. Y los políticos que están triunfando (IU en España o Beppe Grillo en Italia) lo que quieren es todo el poder para el Estado. En España han quebrado las cajas, pero en las manifestaciones se pide una gran banca pública como solución a los problemas. ¿Podemos salir de esta trampa?

– Es verdad. Si pensamos que el Estado es la solución, todos los problemas los vamos a enfocar desde esta perspectiva.

– Sí, pero eso no pasa en toda Europa. Los países del sur, allí donde más ha fallado el Estado, es donde más se busca su amparo.

– Bueno, hay una cuestión. Aunque en Suecia o en Alemania piensen que los problemas los debe resolver el Estado, también es cierto que allí el Estado funciona mejor que en España o Italia. El problema es cultural e ideológico. Comienza cuando nuestros niños van a la escuela y se ponen a hablar de justicia social. ¿Qué quiere decir esta expresión? Pues que cualquier problema debe resolverlo el Estado: pensiones, enfermedades, educación… La solución es que caiga el velo que protege el Estado. Por eso, si quiebra, la gente se dará cuenta de que dar garantía y préstamos al Estado no sirve para nada. Pero si no se llega hasta aquí, la gente no se dará cuenta de esto.

– Hace unos días había una encuesta en la que el público pedía más impuestos. Eso sí, no más IVA, porque eso lo pagamos todos, sino más impuestos para los ricos.

– Es una cuestión de propaganda. El Estado dice ‘no te preocupes, yo subiré los impuestos a los ricos y podremos seguir pagándolo todo’. Pero esto no es verdad. Porque los ricos pagan más, pero también los pobres. Por ejemplo, en Italia el Gobierno Monti ha introducido un impuesto sobre los bienes inmuebles y el 85% de los italianos son propietarios. El tipo marginal del impuesto de la renta empieza con 70.000 euros. No es una cantidad que se pueda considerar de clase alta. Es clase media. Y un país que sofoca y ahoga a su clase media no puede crecer.

– Desde su perspectiva como profesor de universidad, cree que son ciertos esos malos augurios que hablan de una generación perdida para Italia y España.

– Sí y no. ¿Por qué 15 años? Pueden ser 50 años. La clave estará en la nueva clase política. Necesitamos líderes que tengan una visión, que no se agarren a la poltrona y hagan lo que deben. Que se den cuenta de que ningún país ha crecido subiendo los impuestos. Hoy en Italia no existe esta clase política. No tenemos una Margaret Thatcher de los 70. Tenemos a Beppe Grillo, Enrico Letta, Berlusconi,…

– Por eso hay quien piensa que quizás no sería tan malo que nos intervinieran. Que decida Alemania o la troika antes que nuestros políticos.

– Confío más en los chinos que en los alemanes. Porque los alemanes tienen muchos bonos españoles e italianos, por lo que siempre favorecerán una mayor presión fiscal para que se puedan pagar esos préstamos. Los chinos tienen inversiones diversas. Espero que vengan a Italia, nos compren los bancos, las grandes empresas, todo… Y eliminen una clase dirigente corrupta, no porque ha robado, sino porque se ha mezclado con el poder político y ha bloqueado la economía italiana en los últimos 30 años. Necesitamos una nueva clase dirigente, que no va a nacer internamente, porque es un sistema de cooptación. Debe ser eliminada. Necesitamos alguien que venga de fuera. No el FMI, que son burócratas, o Alemania. Necesitamos inversores sanos que nos obliguen a rendir cuentas.

– ¿Por dónde empezar?

– Hay que empezar por la desregulación. El inversor extranjero teme la regulación. El Gobierno de Monti ha empeorado las cosas, sobre todo en el mercado laboral. La regulación está donde estaba hace 10 años… bueno, quizás como estaba hace 150 años.

– Precisamente, del mercado laboral quería hablar. Se dice siempre que España e Italia necesitan ponerse a competir globalmente, pero muchas de las leyes laborales limitan el crecimiento de las empresas; con más regulación y más impuestos a las compañías más grandes.

– Sí, hay dos elementos. Primero la regulación, tanto la general como la del mercado de trabajo en particular, cambia con el tamaño de las empresas. Muchas veces el empresario piensa “no vale la pena crecer, porque tendré muchas nuevas exigencias”. También hay un tema de evasión fiscal: es mucho más difícil hacerla cuando eres grande. Y por último, tenemos el elemento de la financiación. Para crecer necesita un mercado de crédito que funcione. Y en Italia, en los últimos treinta años, el mercado de crédito ha servido para financiar el crédito público. Son tantos los recursos que deberían servir para financiar el crecimiento de las empresas, pero sólo han servido para financiar el crecimiento del Estado. Como consecuencia, las empresas siguen siendo pequeñas, porque se financian con su autofinanciamiento.

– Correcto. Pero ante esta perspectiva, ¿hay salida a todo esto? Porque la deuda pública italiana es la más elevada de Europa tras Grecia.

– ¿Escapar? La única esperanza es el impago por parte del Estado. Pagamos cerca de 90.000 millones de euros en intereses de la deuda pública. Y junto con esto, tenemos que afrontar la restitución del crédito. Impagando tendríamos 90.000 millones de euros menos que pagar en impuestos. Luego habría que hacer algo con la regulación. También habría que cambiar el sistema judicial, que en Italia no funciona. No puedo esperar, como empresa, diez años para saber si tengo o no razón. Necesito certezas y en Italia no existe certeza. Lo primero que te dice un abogado en Italia es: “Veamos quién es el juez”. Porque en función de quién sea el juez la ley vendrá interpretada de una forma u otra. Una empresa prefiere invertir en Suecia que en Italia no porque allí la presión fiscal sea menor, sino porque allí el Estado y el sistema judicial funcionan.

– Perdone, una aclaración, ¿ha pedido el impago de la deuda pública?

– Sí, la cancelación.

– ¿Pero puede un Estado impagar? ¿Qué pasaría?

– Nada

– ¿Y los inversores?

– Bueno, qué les ha pasado a los inversores que compraron bonos argentinos.

– Pero Argentina ha sufrido mucho desde entonces

– Si no hubiera impagado el crédito, estaría peor

– ¿Y nos dejaría la UE?

– ¿Qué pasa en la UE si no se paga? Los alemanes se enfadan… pues bueno.

– Pero eso sería la expulsión de todos los inversores del país.

– Mejor. Si no tenemos credibilidad, entonces el Estado no podrá endeudarse. Y si no puede endeudarse, no podrá gastar. Sería la manera de empezar de cero. Cuando yo compro deuda de Grecia, que paga el bono al 25%, sé que me estoy arriesgando. Si no quiero riesgo, compro bonos del Tesoro norteamericano, que pagan el 0%. Si compro títulos españoles o italianos que rinden el 4-5-6% y no compro títulos alemanes, entiendo que prefiero arriesgarme a cambio de mejores tipos de interés. Esto es el problema de la responsabilidad. No existe rendimiento sin riesgo. La cosa funciona así.

– ¿Y el sistema financiero no colapsaría?

– ¿Por qué? Detrás de esta creencia está la convicción de que saldremos de la crisis imprimiendo moneda. Hay que llamar la atención de que imprimiendo se crea inflación. Ahora mismo no hay inflación porque todos los nuevos euros acaban en la caja fuerte. Pero si la gente comienza a tirar de euro y a gastar, tendremos inflación. Es una solución políticamente atrayente, pero destructiva. El último ejemplo en Europa llevó al nazismo. Yo no creo que vayamos a llegar a eso, claro, pero seguramente la inflación creará problemas sociales y tensiones importantes.

Cuando uno quiebra, alguien debe pagar. La pregunta es ¿quién debe pagar? ¿El que ha financiado al mal deudor [los políticos españoles o italianos] o debe pagar la colectividad con sus impuestos? La solución liberal es que pague el que ha invertido mal y ha dado crédito al quebrado. La solución europea y socialista es que las pérdidas deben diseminarse entre toda la población. Esto ha fallado. Porque si el quebrado no paga o alguien lo hace en su nombre, no habrá límite al endeudamiento. Sería el primer paso para que la gente no prestara dinero al Estado con tanta alegría.

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