El Estado, a menudo, trata de disuadir al ciudadano de determinadas actividades o hábitos que perjudican nuestra salud a través de los impuestos. En el Reino Unido incluso tienen un nombre sugerente Sin taxes o tributos sobre los vicios. En España, en cambio, los llamamos impuestos especiales sobre el alcohol, tabaco, gasolina… Desafortunadamente, no sólo los malos hábitos tributan a niveles excesivos, el sistema fiscal también castiga el trabajo.
La Comisión Europea en un estudio (http://goo.gl/Kq9oEN) analiza el efecto del sistema tributario sobre el mercado laboral en España, Italia y Austria. En España preocupa la alta tasa de desempleo que, a simple vista, puede parecer causada por el ciclo económico y un problema de oferta laboral. Y el informe desvela que, en España, los impuestos al trabajo son excesivos, especialmente las cotizaciones a la Seguridad Social. Además, estas contribuciones no sólo se caracterizan por una baja progresividad, sino que son fuertemente regresivas: cuanto más cobras, menos cotizas.
Sin embargo, los estudios empíricos relacionan la menor progresividad con mayores niveles de desempleo. La regresividad hace más rentable subir el sueldo a aquel que disfruta de unos ingresos elevados y pedirle un mayor rendimiento, que contratar a un desempleado. Por ello, el informe recomienda aminorar los impuestos al trabajo para reducir el paro y activar el consumo.
El candidato a la presidencia de EEUU Rand Paul ha anunciado un plan de reforma fiscal similar, basado en un gravamen único del 14,5%. Según la Tax Foundation (http://goo.gl/XKlY6e), dicha medida, crearía 1,4 millones de puestos de trabajo y generaría un crecimiento adicional a largo plazo del PIB de un 9,4%. En España tampoco nos vendría nada mal una reforma así. Convirtamos la generación nini en generación sí. Los jóvenes quieren trabajar, y el Estado debe permitirlo.