A partir de hoy, todo lo que gane con su trabajo irá íntegro a su bolsillo. Hasta ayer, lo ganado en cada una de las 178 jornadas de año transcurridas es el equivalente a lo que necesita para cumplir sus obligaciones con Hacienda. Hoy, por fin, llega el Día de la Liberación Fiscal, que Fundación Civismo calcula anualmente, y que este año llega el 26 de junio, un día antes que en 2019, pero debido a que este ejercicio es bisiesto. Esto va en línea con la estabilidad de los dos ejercicios anteriores (2018 y 2019). Una liberación fiscal que podría retrasarse el año próximo si finalmente se cumplen los planes del Gobierno de subidas fiscales, asegura Civismo.
Fundación Civismo calcula su día de la liberación fiscal tomando el salario medio de 25.123,99 euros, lo que implica un coste laboral total de 32.636,06 euros. Para este sueldo, el pago de Seguridad Social supone 7.512,07 euros de cuota patronal y 1.595,37 de cuota del trabajador; el del IRPF equivale a 3.212,36 euros; el de IVA, a 1.960,05 euros; los Impuestos Especiales, a 896,78 euros; y los cedidos totalmente, los autonómicos y municipales, a 767,40 euros. Así, el coste total de los impuestos asciende a 15.944,03 euros que, por jornadas, implican que lo ganado en 188 días va al bolsillo del trabajador y el rendimiento de otros 178 se van en impuestos.
La suma de IRPF y las cotizaciones sociales, la denominada cuña fiscal, reduce el salario neto de los trabajadores de manera significativa. Así, según los cálculos de Civismo, de cada 100 euros que paga el empresario en coste laboral, el ocupado de entre 16 y 29 años cobra 64,03; el de entre 30 y 44 años, apenas 62,41 euros; el de entre 45 y 64, solo 61,58 euros, y los mayores de 65 años ingresan 87,69 de forma efectiva gracias a la ausencia de presión de las cotizaciones sociales. La subida de las rentas salariales, a causa del incremento del salario mínimo en 2019, ha provocado un repunte de la cuña fiscal notable entre la población más joven (16-29 años). Así, un aumento no especialmente abultado del salario (564,29 euros anuales) implica dejar de percibir más de la mitad de la reducción por rendimientos del trabajo y, por tanto, que la subida de IRPF termine resultando más elevada que la del propio salario (736,54 euros).