La política tributaria y fiscal del Gobierno Rajoy ha tenido dos fases claramente diferenciadas: por un lado, el periodo entre 2011 y 2013 donde Hacienda aplicó fuertes subidas de impuestos tanto directos como indirectos para intentar atajar la grave crisis fiscal que sufría España y, por otro lado, a partir de 2014 hasta la actualidad, está siendo un periodo dominado por las bajadas de tasas y la convergencia progresiva en tipos medios y carga fiscal efectiva hacia nuestros socios europeos, especialmente en gravámenes directos.
No ha existido, por tanto, una tendencia unívoca en la política fiscal de los últimos cinco años. Siendo un factor negativo esta inconsistencia en las reglas del juego con permanentes cambios incluso con carácter retroactivo de los impuestos, no es despreciable el intento de los actuales responsables públicos por llevar una política de ingresos y gastos más coherente y, sobre todo, más sostenible en el tiempo.
➧OBJETIVO Recuperar la consistencia en la política fiscal, basada en el camino trazado por el Gobierno a partir de 2014, debe ser el principal objetivo, materializado en el cumplimiento gradual del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, siendo absolutamente perentorio salir del Protocolo de Déficit Excesivo (PDE) al finalizar el ejercicio 2018, alcanzando un déficit público por debajo del 3% del PIB. Postergar el ajuste fiscal más allá de 2019 causaría un daño irreparable a la economía española y más cuando se tiene que enfrentar a numerosos riesgos que pueden frenar el crecimiento y la generación de empleo. A pesar de este gran objetivo fiscal, la política de impuestos tiene que hacer frente a dos realidades duras y no sencillas de resolver: por una parte, España es el último país de la Eurozona dentro del PDE con el mayor défi cit estructural y también el mayor déficit primario de sus socios en la moneda única, a pesar de haber aplicado las mayores subidas de impuestos de la Democracia y, por otra parte, la recaudación de los impuestos más importantes – la recaudación por IRPF creció un 0,1% al cierre de 2016 y la recaudación por Cotizaciones a la Seguridad Social avanzó apenas un 0,8% en términos homogéneos– no está respondiendo como lo hizo en períodos pasados a la mejora de la actividad económica. A cierre de 2016, el défi cit público de España, descontando las ayudas fi nancieras, fue del 4,33% del PIB siendo el más alto de la Eurozona.
En niveles similares pero en porcentaje del PIB potencial se sitúa el déficit descontado el componente cíclico (el déficit estructural) el cual cerró 2016 en el 2,99%, incluso más alto que en 2015. Y, por último, el déficit primario (déficit descontando los intereses de la Deuda Pública) sigue estando por encima del 2% del PIB.
En este sentido, el déficit primario (más bien, superávit primario) es uno de los componentes esenciales para lograr la estabilización del nivel de deuda sobre el Producto Interior Bruto (PIB), la cual actualmente está en el entorno del 100%.
Estos números que muestran la realidad fiscal española, tienen enormes repercusiones sobre los ciudadanos y, muy especialmente, sobre el nivel de impuestos que pagan. El ajuste fiscal que comenzó en diciembre de 2011 basado en fuertes subidas de los impuestos apenas sirvieron para aumentar en los siguientes tres ejercicios la recaudación por IRPF un 4,2% en promedio y 1,28 puntos de PIB la recaudación total. Ha contribuido más el ajuste de las comunidades autónomas, los entes locales y la inversión pública (descontando también los 4,2 puntos de PIB que ha supuesto hasta ahora la ayuda financiera que se computa contra el déficit) a la reducción de éste del conjunto de las administraciones públicas que la presión fi scal que soportaron familias y empresas hasta 2014.
La propia política fiscal emprendida a partir de 2014 es una clara «enmienda a la totalidad» de la anterior aplicada bajo la urgencia de la amenaza de rescate del conjunto de la economía. Así, en dos años, el esfuerzo fiscal de las familias aumentó en cinco días de salario dedicados a pagar impuestos hasta situarse en 184 días de salario bruto, tal como muestra la evolución del Día de la Liberación Fiscal.
En términos de tipos efectivos medios, tanto el tipo de Sociedades como el del IRPF se incrementaron en un punto porcentual sólo en un año y el del IVA casi tres puntos, mientras la base imponible del IRPF caía un 4,4% en 2012 y un 4,5% la base imponible del IVA. En términos de recaudación, si bien Sociedades aumentó un 15,4%, los ingresos devengados por IRPF e IVA apenas se incrementaron un 1%.
➧RACIONAL Y COMPATIBLE Más allá de «lugares comunes», como son el fraude fi scal, la elusión de las grandes empresas o la desigualdad, la cuestión no está en subir los impuestos a las familias y las empresas, sino en aplicar un sistema fiscal más racional y compatible con el nivel de generación de riqueza que puede producir una economía como la española. La Hacienda Pública nacional no puede pretender recaudar lo mismo aunque sea en porcentaje del PIB que la Hacienda alemana o la francesa, ya que ni la estructura productiva es la misma, ni lo es el grado de cualificación del factor trabajo ni tampoco la composición de los impuestos y el estilo fiscal de cada Gobierno. La necesidad está más bien en crear un sistema de servicios públicos y un tamaño de Estado compatible con nuestra economía y que no suponga una detracción dañina de recursos del sistema productivo de forma permanente.
Una economía como la española que ha basculado en los últimos años hacia un mayor peso de las exportaciones y la inversión, un sistema tributario basado en cambiar impuestos directos por indirectos es claramente favorecedor de la actividad económica y la generación de empleo. Poco a poco, es lo que se atisba en las estadísticas de recaudación tributaria. En su Informe Anual correspondiente a 2016, la Agencia Tributaria contabiliza un cambio significativo en los pesos de los impuestos directos e indirectos sobre el total de la recaudación controlada o gestionada por la Hacienda nacional. En este sentido, el peso de los impuestos directos (fundamentalmente IRPF y Sociedades) ha caído cuatro puntos desde 2012, mientras que el peso de los impuestos indirectos (IVA e II.EE) gana casi cuatro puntos en dicho período, manteniéndose lo que aportan otros ingresos y tasas. De continuar así y con la modernización de los sistemas de Aduanas o de liquidación de IVA, estaríamos construyendo un sistema tributario más limpio aunque no más simple.
Conseguir que los agentes económicos tributen por el valor añadido que generan y con efecto neutro en intercambios exteriores (al fin y al cabo, los motores de la economía española, como son la industria de componentes y el turismo, protagonizan las exportaciones) nos ayudará a reducir la «economía informal», facilitará la recaudación y aliviará a los contribuyentes en todo aquello que no sea directamente presión tributaria pero sí relacionada con ella como es el coste burocrático.
➧TENDENCIA Se trata de pequeños indicios que encadenados van marcando tendencia. La clave no está en conseguir una Hacienda común europea, sino primero converger en estándares fiscales (en materia de simplicidad y flexibilidad) con nuestros socios de la Unión Europea y, a partir de ahí, competir fiscalmente con ellos. Es una receta más necesaria que nunca y más que lo será cuando se abra del todo el «melón» del modelo de financiación autonómica.