Sorprende bastante que, ante la peor crisis económica de nuestras vidas, el Gobierno de España adopte medidas opuestas a las tomadas por los Ejecutivos foráneos que están logrando buenos resultados. Mientras los países con economías más sólidas, como las de Alemania, Estados Unidos y Francia, han decidido bajar impuestos, España los eleva significativamente en su proyecto de ley de presupuestos. Es innegable que el presidente ha preferido asegurarse el apoyo del líder de Podemos para mantenerse en el poder, en lugar de imitar las eficientes políticas tributarias de sus socios comunitarios. El modo de encarar la crisis del tándem Sánchez-Iglesias está ocasionando la pérdida de confianza de los mercados e instituciones europeas, lo que supondrá un desincentivo inversor enorme.
Estas suicidas políticas totalitarias, que se aprobarán a golpe de rodillo parlamentario, castigarán severamente la generación de riqueza y empleo. Cualquier ciudadano con sentido común advierte que, para poder gastar más, hay que potenciar el crecimiento económico en lugar de impedirlo. Aunque el papel todo lo aguante, la realidad es tozuda y se impondrá. Un IRPF muy exigente para las rentas altas puede ahuyentar la inversión, efecto que se agrava cuando la presión fiscal se ejerce también sobre las empresas.
Hoy, nadie duda de que la globalización saca del mercado a los países cuyas políticas fiscales no resulten competitivas, porque tampoco lo serán los bienes producidos. El Instituto de Estudios Económicos (IEE) ha presentado hace unos días el informe Competitividad Fiscal 2020. ¿Por qué no se pueden subir más los impuestos?, que adapta a España el International Tax Competitiveness Index 2020, de la Tax Foundation. Estos trabajos demuestran que los desequilibrios fiscales se corrigen con la contención del gasto y una mayor eficiencia de este, dos retos claves para posibilitar la sostenibilidad de una nación. Subir impuestos y gastar más siempre dispara la deuda en una crisis, lo que compromete el futuro. Como bien dice el informe del IEE, cada punto porcentual de aumento impositivo suele causar, en el medio y largo plazo, una caída de la actividad productiva de un mínimo de dos puntos porcentuales. El subidón de impuestos acordado por Sánchez e Iglesias va a provocar que la crisis alcance mayor magnitud y se alargue más tiempo. Antes de tomar medidas tributarias, se debiera analizar la política fiscal de los países con los que competimos, algo que no se ha hecho y que está fomentando la deslocalización de compañías.
El indicador más revelador del documento del IEE reside en el porcentaje de la recaudación que aportan las empresas a los ingresos de Hacienda. Cuanto menor sea la carga fiscal que estas soportan, mayor será la competitividad nacional, pues no se gravarán los bienes producidos. La sorpresa es que España es la sexta economía con mayor porcentaje, con un 31,9%, una cifra muy alta respecto a la media de la UE-28 (24,6%). Tan solo hay cinco pequeños países, todos ellos con una renta per cápita muy inferior a la nuestra, con peor porcentaje: Estonia (39,3%), República Checa (37,6%), Eslovaquia (35,9%), Chipre (33,7%) y Lituania (33,6%). En el extremo opuesto, como naciones tributariamente más competitivas para atraer empresas, se sitúan Dinamarca (6,5%), Rumanía (12,4%) y Suecia (13,3%). Es de temer que los presupuestos que vienen traigan pan para hoy y hambre para varios años.