Cada vez hay más estadounidenses que deciden renunciar a su ciudadanía. De hecho el primer trimestre de 2015 ha marcado un máximo más en esta senda alcista. Según Mises Institute (https://goo.gl/VgS9NS), la culpa la tiene el sistema fiscal, al ser EEUU el único país del mundo que grava doblemente a sus contribuyentes. Tanto sus ciudadanos como sus empresas residentes en el exterior vuelven a tributar por los ingresos obtenidos en el extranjero aunque ya hubieran sido gravados en el país en el que se generaron. Curiosamente, son los más ricos, es decir, los contribuyentes más productivos, como Eduardo Saverin, uno de los cofundadores de Facebook, los que renuncian de forma permanente.
> Barreras. Para frenar esta salida ha sido elevada la tasa para renunciar a la ciudadanía hasta los 2.350 dólares. Además, existe otro impuesto de salida, puesto que para que la renuncia sea efectiva es necesario haber vendido todos los bienes y pagado el tributo correspondiente. Y si se sospecha que la renuncia ha sido por motivos fiscales, los ex ciudadanos no podrán entrar en el territorio estadounidense ni para visitar a sus familiares y amigos.
> Un Estado intenta siempre retener a los miembros de la sociedad con mayor talento y dinero. Lamentablemente las barreras de salida se convierten siempre en barreras de entrada, lo que impide que la gente más formada y que genera más valor añadido no quiera emigrar a ese infierno fiscal. Y son los ciudadanos con más dinero los que tienen mayor movilidad. Por ello, la única manera de retener a los contribuyentes es un sistema fiscal no confiscatorio. En España también padecemos la salida del país de muchas personas con talento. La pregunta es: ¿cuánto se reduciría la emigración de muchos emprendedores si nuestro sistema fiscal no penalizara tanto el trabajo?