Hoy, 1 de julio, es el Día de la Liberación Fiscal del año 2015, fecha en la que el español medio ha pagado sus impuestos y empieza a trabajar para sí mismo. El estudio de Civismo muestra que dedicamos medio año únicamente a satisfacer tributos. Semejante palmarés convierte a España en un infierno del que escaparse. El esfuerzo fiscal español (porcentaje de nuestros ingresos que se dedica a impuestos) para rentas medias y bajas es de los más altos de Europa. Esto sugiere una pregunta: ¿puede ser legítimo acudir a un paraíso fiscal y practicar una elusión tributaria legal? Creo que sí, sobre todo si se sufre una extorsión confiscatoria en el infierno fiscal en el que se tributa. En España los contribuyentes pagamos tantos impuestos porque, al margen de muchos listillos que no pagan nada, la economía sumergida es la única factible, cuando a la emergida la asfixian con burocracia y la expolian a impuestos.
Los políticos se creen que saben mejor que nosotros qué hacer con nuestro dinero. Desde esta arrogancia, no dudan en incurrir en múltiples despilfarros por un motivo perverso: el clientelismo electoral. No tienen ningún problema ético para dilapidar el dinero ajeno en autovías vacías, AVEs sin pasajeros o aeropuertos sin aviones. Hay que reducir el gasto público para que bajen los impuestos y se cumpla la máxima de Talleyrand-Périgord: «Nadie puede sospechar cuántas idioteces políticas se han evitado gracias a la falta de dinero».