La inminente festividad de los Reyes Magos, en la que los niños adquieren todo el protagonismo, es una oportunidad para recordar que están disminuyendo a un ritmo trepidante. Aunque los políticos se resisten a mencionar el tema, el problema más grave sin abordar que tiene España de cara al futuro se trata de su suicidio demográfico. El INE acaba de publicar los demoledores Indicadores Demográficos Básicos de 2019, sin que el Ejecutivo se haya inmutado, porque no influyen en las siguientes elecciones y el largo plazo no les importa. El INE declara que el número de nacimientos se redujo respecto al año anterior un 3,5%, y que desde 2009 el descenso ha alcanzado el 27,3%. La tasa bruta de natalidad se situó en 7,6 nacimientos por cada mil habitantes, tres décimas menos que en 2018. Por último, el grupo de mujeres de 25 a 40 años (que concentran el 86,0% de nacimientos) se redujo un 1,8% en 2019, pasando de 4,85 millones en 2018 a 4,77. La fecundidad (número de hijos por mujer) es de 1,23, lo que supone que nacen un 44% menos de los niños necesarios para el relevo generacional. Esto revela que un 40% de los españoles en edad fértil acabará sin descendencia.
En 2019, continuó el descenso de nacimientos de madres nacidas en España, hasta representar solo el 35% de los que fueron diez años antes. Esto es, menos de 260.000 niños, un nivel no visto desde el siglo XVII, que además resulta un 61% inferior al de 1976. Y en provincias como Orense, Asturias, Vizcaya, Zamora o León se ha sufrido una caída acumulada de entre el 74% y el 76% desde el comienzo de la Transición En total, en 2019 tan solo se tuvieron 360.000 criaturas. De acuerdo a la Fundación Renacimiento Demográfico, esta cifra coincide con la de hace dos siglos, cuando España estaba cinco veces menos poblada que ahora. Ni tan siquiera durante la gripe española de 1918-1919, pandemia que provocó más de 200.000 muertes, hubo semejante desplome de natalidad.
También resulta trágico el crecimiento vegetativo de los españoles nativos, ya que ha habido 136.880 fallecimientos más que nacimientos de madres nacidas en España. Hay provincias en las que la proporción entre defunciones y natalicios es impresionante, destacando Orense (4 : 1), Zamora (3,7 : 1), Lugo (3,4 : 1) y León (3,1 : 1). Estas estadísticas confirman el ritmo pavoroso al que el pueblo español desaparece, sin que nuestros gobernantes se alarmen lo más mínimo.
Desde hace años, hay un movimiento con muchos medios económicos que trata de contener la despoblación de la llamada “España vacía”. Incomprensiblemente, apenas se menciona ni se hace nada relativo a la primera causa de la pérdida de habitantes: la baja natalidad. Los contundentes datos demuestran que, en todas las provincias con emigración neta de nacidos en España, se perdió más población por falta de nacimientos respecto al nivel de reemplazo (2,1 hijos por mujer) que por emigración.
Favorecer la inmigración no resuelve el descenso demográfico e incluso crea más problemas cuando las personas que llegan no desean integrarse o carecen de preparación para incorporarse al mercado laboral. El mejor modo de ayudar a esos países desfavorecidos pasa por invertir en ellos y proporcionar formación in situ, en lugar de obligarles a emigrar para mejorar sus condiciones de vida. España necesita medidas fiscales inteligentes para fomentar la natalidad en muchas familias que tendrían más niños si se les ayudara a ello. Sin embargo, el camino no consiste en conceder una cantidad de dinero por hijo, pues está demostrado que hay personas que tendrían descendencia para vivir de las subvenciones, sin atenderla adecuadamente. Esto error se ha pagado muy caro en Francia, donde se han creado guetos donde las familias viven hacinadas y que degradan la condición infantil. Antes bien, convendría dar facilidades para que los españoles quieran y puedan formar hogares.