Navarra está viviendo la campaña de los impuestos a la Renta y al Patrimonio más gravosa de su historia. ¿Por qué los navarros salimos peor parados que nunca si ‘gozamos’ del Convenio económico? La razón es clara. La Comunidad foral soporta el peor populismo de España: el de Bildu, que es el que manda en el cuatripartito. Su dogmatismo le lleva al torpe error que ridiculizaba Winston Churchill: “Una nación que intente prosperar a base de impuestos es como un hombre con los pies en un cubo tratando de levantarse tirando del asa”. Hay mucho aprendiz de brujo que cree que subir los tipos se traduce en un aumento lineal de la recaudación. También, hay ‘iluminados’ obsesionados con expoliar a los supuestamente ricos: todas las clases medias y, especialmente, las de las familias con hijos.
He hablado con varios asesores fiscales que me han ayudado a esclarecer la situación de los contribuyentes. En positivo, me han asegurado que en Navarra resulta impensable una actitud vengativa de un inspector por orden de un político. También coinciden en que es extraño encontrar actuaciones justicieras por parte de los encargados de velar por la recaudación. El motivo reside en que en esta tierra nos conocemos todos, por lo que no compensa crear rencores. En el otro extremo, prácticas censurables que se están dando en nuestro sistema son las de pactar apresuradamente el cierre de un acta de inspección, sin una valoración completa y a fondo. Se persigue así hacer un trabajo rápido con el fin de cumplir los objetivos, cobrar el correspondiente incentivo económico y, de este modo, llegar a más contribuyentes. Esto puede suponer una injusticia, bien por conllevar un descuento improcedente al defraudador o una penalización indebida al contribuyente cumplidor. Para que esto no ocurra, lo mejor es no firmar si no se está de acuerdo. Si todos los inconformes con el acta que les ofrecen recurrieran, es seguro que las inspecciones serían más equitativas.
Otra coincidencia en lo sostenido por los asesores es la de la estampida de los contribuyentes que generan más riqueza y empleo, quienes callan y votan con los pies, es decir, corriendo a regiones que les traten mejor. A juicio del presidente de la ADEFAN, “hay actuaciones temerarias que aprietan fuerte, mientras que se olvidan de muchos incumplidores sistemáticos, ante la previsión de que no van a sacar nada”. A este abandono de los casos que exijan mucho esfuerzo se añade el de la impresionante economía sumergida, porque se consigue poco por intervención. El problema es que son demasiados los que están cobrando subsidios y, a su vez, tienen una actividad laboral retribuida.
Nuestro Ejecutivo cuatripartito se tiene que dar cuenta de que exigir más impuestos no es el camino. Una región no tiene ningún futuro si carece de competitividad fiscal frente a otras comunidades con un régimen tributario más favorable. También, de que, cuando un lugar reúne condiciones atractivas para invertir, los emprendedores acuden a instalarse, lo que sube la recaudación sin que lo hagan en paralelo los tipos. También, debieran darse cuenta de que la colaboración pública-privada es el mejor modo de optimizar los costes de los servicios públicos. Una prestación social no es mejor porque sea pública o privada la entidad que la proporcione, sino por su calidad a un coste razonable. Para comparar la fiscalidad foral frente a la del resto de España, hoy el ex director general de la Agencia Tributaria Ignacio Ruiz-Jarabo, un gran defensor de los contribuyentes, hablará en Civican. Estoy convencido de que sus recomendaciones pueden ser valiosas para esta Navarra a la que ya no le salen las cuentas.