Que España es un país con una enorme dependencia energética es algo que ha quedado más patente que nunca en enero, que ha sido un mes de calambrazos para el bolsillo. El coste de la electricidad se ha disparado y con él, la factura de la luz, un 29% más cara que hace un año. Además, los carburantes siguen escalando: llenar el depósito de gasolina de 95 octanos cuesta ahora un 8,4% más que hace un mes, y el de gasóleo, un 12%. Estas dos situaciones, en principio coyunturales, y la fuerte subida de algunos alimentos no elaborados, por las heladas, han propulsado el Índice de Precios de Consumo (IPC) de enero, que avanzó un 3% en términos interanuales, 1,4 puntos más que el mes anterior. Eso sí, con respecto a diciembre, los precios cayeron un 0,5%, según el indicador adelantado del Instituto Nacional de Estadística (INE).
Ese 3% es la tasa más alta desde octubre de 2012, y supera con mucho el avance de los salarios. Quiere esto decir que los trabajadores perdieron poder adquisitivo por segunda vez consecutiva, tras el repunte del 1,6% del IPC en diciembre, que supuso el primer empobrecimiento desde 2013. “La subida de la electricidad hace que la renta real caiga, y ése es el problema importante, no que acarree inflación”, apunta Francisco Cabrillo, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Complutense de Madrid.
“Lo que se ha producido es un ajuste de determinados precios que van a influir sobre los demás, pero ni antes teníamos una deflación grave ni ahora una inflación preocupante”, ataja Cabrillo. Opina igual que él José García Montalvo, catedrático de Economía Aplicada de la Universitat Pompeu Fabra: “El 3% es una tasa muy coyuntural, muy causada por la energía y los consumos eléctricos. No veo que los fundamentales de la inflación hayan cambiado tan sustancialmente. Hay que esperar a los siguientes meses”.
De hecho, el Gobierno defiende que el fuerte repunte del IPC en enero no es sino un efecto escalón, producto de la comparación con enero de 2016, en el que el crudo marcó su mínimo en 27,1 dólares por barril y los precios de la electricidad se situaban a mitad de camino de los actuales. El ministro de Economía, Luis de Guindos, señaló ayer que confía en que el repunte del IPC dure unos meses y a partir del segundo trimestre se modere y converja con la inflación subyacente, que ronda el 1%. Además, anunció que en los próximos días se aprobará el decreto de Desindexación de precios –ver página siguiente–.
Dependencia energética
El IPC de enero abunda en la gran dependencia energética que tiene España del exterior, que los últimos datos oficiales de Eurostat sitúan en el 72,9% de las necesidades del país, frente a una media comunitaria del 53,4%. Esta dependencia se acentuó con el temporal de frío, en el que el precio de gas natural, que España importa en un 99,9%, se disparó hasta un 170% y tensó los mercados mayoristas.
En su metodología del IPC, el INE explica que, en general, “el período de recogida de los precios abarca aproximadamente desde el día 1 al 22 de cada mes, ambos inclusive”. Esto hace que el impacto de la crisis de la luz sobre la formación de los precios haya podido ser aún mayor de lo esperado, ya que en los últimos días del mes el suflé eléctrico fue bajando. Llovió, como profetizó el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y los precios comenzaron a retroceder hasta una media mensual de 71,49 euros por megavatio hora, según datos del operador del mercado mayorista (Omie). Esta cifra es el doble que la de enero de 2016.
El temporal de frío, la sequía, el fuerte encarecimiento de los precios del gas y el modelo marginalista de formación de precios de la electricidad española –que usa de referencia la energía más cara– elevaron un 29% interanual un recibo medio de la luz, según los datos del simulador de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia. Una casa con un potencia contratada de 4 kilovatios y con un consumo de 300 kilovatios-hora pagará 16 euros más por la factura de enero que hace un año y 6,5 euros más que en diciembre (un 9,6% más).
En todo caso, el precio de la electricidad seguirá cayendo en el mercado mayorista, por ahora. Hoy bajará un 5,7% hasta situarse en una media de 69 euros el megavatio-hora (MWh) frente a los 73,2 de ayer, según Omie.
Esto tendrá su reflejo en el IPC de febrero. “El IPC es una cosa pintoresca. Nos decían que la deflación era el problema, y para mí no lo era en absoluto. Hay que esperar, porque los índices de inflación hay que verlos en periodos largos de tiempo”, advierte Cabrillo.
Nuevo cálculo
Hay un último factor que puede haber tenido impacto –aunque muy limitado– en el avance del IPC. El 15 de febrero el INE publicará el primer ÍPC en base 2016, que ya se ha usado para el dato adelantado de ayer. Cinco años después de la anterior base, se han producido “cambios en la composición de la cesta de la compra y dónde se toman los precios”, además de la actualización anual de la estructura de ponderaciones, apuntan desde Estadística. “Hace cinco años entraron en la cesta la cirugía estética y las tabletas electró- nicas, por ejemplo, y salieron otros productos como las má- quinas de coser”, agregan. En todo caso, otras fuentes cercanas al INE aseguran que estos cambios apenas pueden afectar “mínimamente”. Esto es, “una décima para arriba… o para abajo”.
Que el IPC haya escalado hasta el 3% ha acarreado que el diferencial de inflación respecto de Alemania sea negativo para España por primera vez en 43 meses. La inflación española es 1,1 puntos superior a la germana, que se sitúa en el 1,9%. Desde junio de 2013 no se producía este sorpasso, que resulta muy negativo para la competitividad del país, a ojos del Gobierno.
Moncloa mira a Alemania
“La intención es estar un punto por debajo siempre de Alemania”, aseguran desde La Moncloa. “Lo ideal es que Alemania esté al 2,5%, eurozona al 2% y nosotros al 1,5%. Eso es tarea de Draghi. Mientras el plan de Draghi no funcione, tenemos que ser nosotros los que fomentemos la competitividad”, agregan. “No podíamos competir con Alemania aumentando salarios para comprarles sus coches con más inflación que ellos para que luego ellos veranearan en España con menos inflación, y la misma moneda”, explican. “Tenemos que elegir entre crear más empleo o subir los salarios. Con inflación negativa los asalariados ya ganaban poder adquisitivo cada mes”, apostillan.