Mientras el debate sobre el referéndum del 23-J cobra fuerza, la Unión Europea está sufriendo numerosos de ataques de los Brexiteers, partidarios de la ruptura. Evidentemente, sus críticas eran esperables. La Unión Monetaria fue defendida por los partidarios de la UE como la joya de la corona del proceso de integración. Por lo tanto, no sorprende que su rendimiento, sobre todo durante la crisis de deuda soberana, haya sido utilizado por los defensores del Brexit como ejemplo de los errores cometidos y como símbolo del fracaso del proyecto europeo.
El problema es que se considera al euro culpable de cosas que no son en realidad de su responsabilidad. ¿Cuántas veces hemos escuchado que la moneda única ha condenado a un cuarto de la población española y a la mitad de sus jóvenes al paro? ¿Y con qué frecuencia hemos oído decir que Italia no ha crecido desde que se unió al euro?
La primera afirmación es directamente falsa, mientras que la segunda es muy engañosa. Las altas tasas de paro en España no se deben a la moneda única. Si ésta fuera la razón, otros países también muy afectados por la crisis financiera y el estallido de las burbujas inmobiliarias, como Irlanda y Portugal, se enfrentarían a unas tasas de paro igualmente terribles, pero no es así. Sus tasas se sitúan entre el tercio y la mitad de la tasa de paro española.
Asimismo, unos niveles de paro tan elevados no son nuevos en España. En épocas tan recientes como 1994, el paro llegó al 24,66%. La cifra simbólica del 25% fue superada a finales de los años 1970. Incluso en el momento álgido de la burbuja inmobiliaria, el paro se sitúo entre el 8 y el 10%, doblando la tasa británica en las mismas fechas.
El problema del desempleo en España es estructural. Contratar y despedir es caro, las cotizaciones a la Seguridad Social se encuentran entre las más altas de Europa, y el sistema educativo está anticuado y es de baja calidad. La tasa de paro española también es elástica al alza en periodos de recesión. Esto significa que el paro aumenta de manera desproporcionada en épocas de crisis. Existe, por tanto, una progresión desde el 8% en 2007 hasta más del 20% en 2010.
Vincular, aunque sea de manera parcial, el estancamiento económico de Italia con su pertenencia al euro es igualmente poco creíble. Italia ya se situaba por detrás de los otros estados miembros desde principios de los 90, más de una década antes de la puesta en marcha del euro.
Por otra parte, los estudios sobre la economía italiana han mostrado repetidamente que sus deficiencias se encuentran principalmente en el lado de la oferta, con procesos administrativos sumamente onerosos, altos impuestos, complejas regulaciones del mercado de bienes y servicios y del mercado laboral y una situación de incertidumbre con respecto a la protección de la propiedad privada. Como afirma Martin Sandbu del FT shows, los problemas de Italia son internos, no de carácter monetario.
Argumentos similares se pueden aplicar a otros países rezagados de la zona euro -como Francia, con una alta tasa de desempleo debida a una compleja regulación laboral- y a Portugal -país sometido a una pesada burocracia heredada de su dictadura y mantenida por los gobiernos socialistas posteriores-.
La única excepción es Grecia, donde sí parece que una salida del euro podría ayudar a la recuperación económica. Esto no se debe a un defecto del euro en sí, sino a las dificultades que se han dado para llevar a cabo una devaluación interna. Esto se debe a la rigidez del mercado de bienes y servicios y del mercado de trabajo, pero también a la parte importante del PIB que corresponde a la actividad del Estado. Ahora, con Syriza controlando la política económica, los griegos se oponen a la salida del euro porque saben que el Grexit les llevaría a la hiperinflación.
Y éste es un punto crucial que los análisis de los euroescépticos sobre los países del sur de la Eurozona que se suelen obviar al Norte del Viejo Continente. Estas economías ya tenían una alta inflación que llevó a la erosión de los ahorros y las pensiones y a una mala asignación de recursos antes de entrar en la moneda única.
El euro marcó el punto y final al sesgo inflacionista de los bancos centrales nacionales y al derroche gubernamental. A los partidarios del “Brexit” les gusta ahora decir que el euro es culpable de la mala situación económica en los países del Sur de Europa. Afirmar esto es muestra de desinformación o de poca honestidad intelectual.