Las mineras han perdido 470.000 millones de dólares en capitalización en lo que va de año y, a pesar de recortes de dividendo y anuncios de desinversiones, la carrera por la supervivencia parece perdida cuando las materias primas siguen cayendo ante la evidencia del exceso de suministro y sobrecapacidad que llevamos comentando en esta columna desde hace años, tanto para el carbón, como el cobre, mineral de hierro y petróleo.
¿Es el fin? ¿Está todo perdido?
Acudamos a la historia para entender lo que es muy probable que ocurra.
Ante la evidencia, ya más que clara, de que el mercado no se va a ajustar desde la oferta, la actividad principal se orienta a garantizar el máximo de generación de caja. Lo vimos en las empresas de ‘fracking’ cuando el gas natural cayó de ocho dólares a 1,5 dólares/mmbtu, en las empresas de mineral de hierro durante estos dos años o en las acerías, mientras la sobrecapacidad aumentaba un 5% anual.
Esto lleva a que el escenario de equilibrio se retrase. Hasta que no lo ajuste el crecimiento de la demanda -y cuando China es entre el 12% y el 30% de las importaciones globales, es muy difícil.
El diferencial de la deuda ‘high yield’, es decir, los bonos de alto riesgo, se dispara, y las empresas deben acudir a ampliaciones de capital a precios de las acciones muy bajos tras negar una y otra vez que necesitasen hacerlo. Hubiera sido mejor ponerse una vez colorado en vez de ciento amarillo. Porque las desinversiones también se hacen a valoraciones de ‘derribo’.
Mientras tanto, ahí están los gigantes que no se lanzaron a creer el espejismo de la eternamente creciente demanda china, que cerraron la puerta con amabilidad a banqueros que les recomendaban invertir más y endeudarse, los que pusieron por encima de cualquier objetivo el retorno sobre el capital empleado. ¿Y qué hacen los gigantes? Esperar.
“Me bebo tu batido”, decía Daniel Day Lewis en la escena final de ‘There Will Be Blood’ (‘Pozos de ambición’, qué horror de título en español). Los inversores, atrapados en mineras que caen a plomo, se preguntan, “¿por qué no las compra un grande?”. Y el gigante espera.
Primero, a que esas desinversiones se realicen. Probablemente, participar en la subasta y adquirir a precios atractivos.
Segundo, a que el bonista sude la gota gorda. El gigante no viene a rescatar a nadie.
Tercero, a que le imploren una solución.
Recuerdo una charla con Rex Tillerson, CEO de Exxon, que decía que “no existe estrategia a largo plazo que no pueda verificarse a corto”. Y muchos de los que se escudaban en “el largo plazo” y en que “los inversores no nos entienden” hoy sufren.
Es la hora de los gigantes. La historia del sector minero y energético está plagada de más de 150 años de demostrar que el que sobrevive es el que prepara su negocio para el invierno, no el que apuesta a que el verano se perpetúe.
¿Consolidación? Vaya que si va a haber consolidación… Pero no a estos precios y no generalizada. Los gigantes lo son porque nunca utilizaron la época del dinero fácil y barato para engordar artificialmente, sino para fortalecerse.
No pasa nada. Nos mesamos los cabellos porque a una empresa ineficiente y sobreendeudada no se la ‘rescata’, pero en realidad lo que está ocurriendo en todo el sector minero y energético es lo que llamamos “la banda ancha energética” en ‘La Madre de Todas las Batallas’ (Deusto). Muchos operadores ineficientes dejan detrás de sí las enormes inversiones realizadas “porque China crece mucho” y quedan para beneficio de consumidores y de los operadores eficientes.
No cuenten con rescates ni valoraciones de burbuja. La hora de los gigantes nunca ha dado grandes alegrías al especulador. Pero ha ayudado a crear sectores más eficientes y empresas más potentes.
Hasta la próxima burbuja. Los gigantes la esperan con una sonrisa en los labios. Siete u ocho años después volverán las rebajas.