Tras la derrota de Calviño en las elecciones a la presidencia del Eurogrupo, la situación en la que se encuentra el Gobierno de España, así como sus mandatarios al frente, es complicada.
Cuando todos los rumores situaban a Calviño al frente del Eurogrupo, la posibilidad de una relajación en las exigencias y la condicionalidad exigida por Europa para optar al rescate, al contar con un miembro del Gobierno al frente del arbitraje y las negociaciones para la llegada de este, allanaban el terreno a un presidente que, en aras de no comprometer su presencia en la Moncloa, seguía con la intencionalidad de aplicar reajustes que no conllevasen el incumplimiento del programa electoral.
Sin embargo, la victoria del irlandés Paschal Donohoe, el cual presidirá el Eurogrupo durante los próximos años, ha sentado como un jarro de agua fría para un presidente que creía tenerlas todas consigo. Un presidente al que la ortodoxia y la disciplina presupuestaria se le ha interpuesto entre sus obligaciones y sus deseos.
La esperanza que impulsaba los ánimos del presidente pronto se ha topado con la realidad que tanto detesta. Una realidad que, materializada y tipificada en el Primer Ministro Holandés, Mark Rutte, ha mostrado el lado más crítico de una red de países homólogos que, siendo miembros de peso del bloque comunitario, se oponen férreamente a la postura que desea seguir Sánchez.
Reajustes
En este sentido, hace unas semanas comentaba sobre la necesidad de realizar reajustes en un escenario como el actual. Además, en un escenario en el que muchos economistas preveían la derrota de Calviño, las intenciones de Pedro Sánchez de seguir con una postura que, posteriormente, no casarían con determinados países europeos solo postergaba una situación en la que, tarde o temprano, los recortes jugarán un papel esencial.
De acuerdo con las previsiones del Banco de España, así como otra serie de organismos e instituciones de talla global, la deuda pública española, para cuando la pandemia se disipe por completo, pretende situarse en niveles que podrían llegar a superar el 125% del PIB. Así, los niveles de déficit que registra el país, en un escenario proyectado similar al de dicho nivel de deuda, podría llegar a superar el 10%, llegando a situarse en torno al 11%.
Pero no es esto lo único que preocupa a Europa. Alemania y Holanda llegaron a tener, a fecha de 2012 y tras la Gran Recesión que se produjo en esas fechas, una deuda cercana al 80% del PIB. Holanda (Países Bajos) del 40%. Sin embargo, para hacernos una idea, España, con una deuda que rozaba máximos en 2014, sigue con un pasivo que equivale al 100% del PIB.
Esto es lo que verdaderamente preocupa Europa. Pues, aunque no nos guste escucharlo, la gestión pública llevada a cabo en el país, en aras de cumplir con una disciplina presupuestaria fijada por los Pactos de Estabilidad y Crecimiento (PEC), ha sido un completo desastre. Un desastre de tal magnitud que ha provocado la entrada de España en una nueva crisis con un margen fiscal, con un colchón y un fondo de maniobra, que impide la actuación unilateral y en solitario del país.