Hay cifras tozudas que demuestran que nuestra nación apenas crece y que, si la política económica no cambia, podemos caer en una recesión o estancarnos. Hoy demostraré que la amenaza de declive que se cierne sobre España es consistente. La causa no solo viene por el despilfarro de las Administraciones, máxime tras tantos regalos electoralistas, sino que también el probable deterioro esté relacionado con la productividad.
La semana pasada la OCDE presentó la variación del Producto Interior Bruto (PIB) del segundo trimestre de 2023. Estas cifras conviene enmarcarlas en un período más largo para que nos descubra una estimación más valiosa: la tendencia. Se han tomado los últimos cuatro años comprendidos entre el 1/7/2019 al 30/6/2023 y el grupo de países de la Unión Europea que son más comparables, al pertenecer todos ellos a la ‘liga de honor’ que constituye la OCDE.
Los resultados son impactantes: Irlanda ha aumentado en ese cuatrienio su PIB en un 36,79%, siendo la campeona de toda la OCDE. Este pequeño gran país ocupa la cuarta posición en el Índice de Desarrollo Humano que elabora Naciones Unidas. Además, su PIB per cápita se acerca a los cien mil euros. Irlanda representa la mejor demostración de que cuando un Gobierno promueve la libertad económica el país mejora, y que la austeridad de la Administración contribuye a hacer más ricos a los ciudadanos.
Los tres siguientes países con más aumento del PIB son Eslovenia (12,61%), Lituania (8,62%) y Polonia (8,60%), unas naciones que hace tres décadas eran muy pobres, al estar tras el telón de acero, y que ahora llevan camino de acercarse a los países tradicionalmente ricos.
Los tres países que están peor situados son República Checa (0,10%), Reino Unido (0,34%) y Alemania (0,50%). La razones de su pésima clasificación son coyunturales, al ser sus causas la crisis del sector del automóvil y la subida de precio del gas. El Reino Unido además tiene en el Brexit un motivo más para su decadencia, porque ha perjudicado su economía en todos los frentes. Cameron desconoció algo que quizá también ignoran algunos políticos catalanes: los referéndum `los carga el diablo’, porque la mayoría de los ciudadanos votan más por sus sentimientos que por las frías razones que pudiera haber para salvaguardar el bienestar. España es el cuarto país por la cola y además con unos riesgos de inestabilidad graves que pueden desincentivar la inversión.
Hoy a la variación del PIB se ha añadido la productividad, un indicador que muestra qué riqueza se ha producido en el país, de media, por cada hora trabajada. La sorpresa es doble: de un lado la correlación de las dos variables analizadas es 0,618, un valor suficientemente alto para atribuir una probable relación entre productividad y aumento del PIB. El otro hallazgo es que Bélgica y España dan cifras para este indicador próximas a los de los países excomunistas, cuya bajo valor proviene de sus bajos costos estructurales.
Ante los presentes datos que aquí se ofrecen, resulta patético que algunos ministros hayan repetido machaconamente durante la campaña electoral que España va bien, porque no es cierto, y ellos lo saben. Estamos viviendo mejor a base de endeudarnos, motivo por el que ese optimismo es impresentable.