Decía Jim Rogers que en la vida hay dos certezas, la muerte y los impuestos.
En los últimos días hemos visto cómo la Unión Europea y el FMI dudan de que España pueda cumplir su objetivo de déficit en 2015 o 2016.
Lo primero que me sorprende del debate es que muchos partidos, cuyo programa es gastar más y tirar de mayor déficit, se preocupen por esta posibilidad. Es de una falta de honestidad intelectual tremenda predicar que van a usar la chequera en blanco y criticar la falta de rigor en la estabilidad presupuestaria.
Por un lado, los pasivos financieros de España se han estabilizado: en 2013 eran del 94,4% del PIB y han caído al 93,9%. El déficit público ha bajado también, y debe continuar reduciéndose. Como ejemplo relevante, las administraciones públicas han reducido a la mitad sus necesidades netas de financiación. Por lo tanto, las preocupaciones de Bruselas sobre el déficit podrían justificarse si no se hubiera reducido el déficit estructural o si no hubiese flexibilidad en el gasto.
Ambas preocupaciones, legítimas, son menores hoy que hace cuatro años. Ante unos presupuestos expansivos, lo importante es valorar si los gastos considerados son flexibles ante posibles variaciones de los ingresos. Esa flexibilidad en los presupuestos se ha duplicado desde 2011, al reducirse las necesidades de pagar subsidios de desempleo y mejorar el crecimiento.
Reducir las necesidades netas de financiación de las administraciones públicas manteniendo los gastos sociales solo se va a conseguir creciendo más
Por lo tanto, para alcanzar el 4,2% de déficit en 2015 y el 2,8% en 2016, las administraciones públicas deben mantenerse alertas ante el gasto discrecional. Se ha llevado a cabo un ajuste total de 3,2 puntos del PIB entre 2011 y 2014, liderado por las comunidades autónomas y el Estado central (1,61% del PIB y 1,57% del PIB). Ese esfuerzo se puede repetir. Para cumplir holgadamente con el déficit, el Estado central debe continuar las reformas y alcanzar un 3,36% de ajuste hasta 2018, apoyado por mayor crecimiento y control de gasto, pero las comunidades autónomas deben aportar otro 1,75%.
Reducir, por tanto, las necesidades netas de financiación de las administraciones públicas manteniendo los gastos sociales que todos los partidos repiten machaconamente que van a mantener, de un 5% del PIB a un 1,4% en 2017, solo se va a conseguir creciendo más y facilitando que aumente la actividad económica. Aunque se redujesen otros 30.000 millones anuales de gasto, como los que se han conseguido ahorrar. Aunque la flexibilidad en el gasto, que olvida la UE, se haya mejorado en casi dos puntos de PIB.
SIN CRECIMIENTO NO HABRÁ CONSOLIDACIÓN FISCAL
Por lo tanto, la política del Gobierno debe centrarse en facilitar ese crecimiento y continuar reformando. Las dos patas son la única forma de cumplir con los objetivos.
Tanto los que pretenden repetir los errores de 2008 gastando más como los que creen en el cuento de la lechera de los ingresos fiscales multiplicados desde la redistribución están condenados a fracasar.
No existe en la UE un ejemplo similar de aumento de recaudación y cifras de lucha contra el fraude… Y pese a ello el déficit se mantiene por encima del objetivo
España ha sido capaz de aflorar 125.000 millones de euros de fraude fiscal, aumentando los ingresos por impuesto de sociedades de 19.900 millones a 22.600 tras la debacle de las pérdidas patrimoniales de las adquisiciones e inversiones de burbuja, aumentando los pagos a cuenta del impuesto de sociedades un 18,7%. No existe en la UE un ejemplo similar de aumento de recaudación y cifras de lucha contra el fraude (Italia no llegó a aflorar 50.000 millones)… Y a pesar de ello el déficit se mantiene por encima del objetivo.
Es por ello que hemos comprobado que no podemos acudir a soluciones mágicas. Si a pesar de las subidas de impuestos, de reducir la economía sumergida en dos puntos del PIB, según el Colegio de Economistas, y aflorar ese dinero a las bases imponibles, no se reduce el déficit a lo esperado, entonces tenemos que saber que la estabilidad presupuestaria vendrá solo de la reforma y control del gasto, que aún debe continuar, y que supone entre un 3 y un 4% del PIB y por mayor el crecimiento, permitir que las empresas y familias tengan más dinero en su bolsillo para invertir y consumir, y dejar que las pymes crezcan y se fortalezcan.
Pensemos en lo que necesitamos para cumplir con el déficit. Crecer más, recortar gasto, crear miles de empresas más y millones de puestos de trabajo
Nadie puede negar que debemos continuar reformando, y que existen duplicidades, gastos inútiles y medidas fiscales expansivas que pueden hacer que aceleremos aún más la corrección de los desequilibrios. La reducción de impuestos que ya se ha implementado no solo no ha reducido la recaudación, sino que la ha mejorado, especialmente un 11,4% en pymes. Las bases imponibles pueden crecer un 5-6% precisamente porque se reduce el esfuerzo fiscal.
Por lo tanto, pensemos en lo que necesitamos para cumplir con el déficit. Crecer más, recortar gasto, crear miles de empresas más y millones de puestos de trabajo.
Ninguna de esas cuatro premisas se va a conseguir interviniendo. Ha sido un fracaso en Francia y otros países. Tampoco transfiriendo la falta de competitividad de los sectores ineficientes al contribuyente mediante entelequias como la renta estatal garantizada. Como se consigue es, por fin, dejando respirar a la economía y a las empresas crecer. A ver si lo hacemos.