El pasado 8 de marzo, tuvo lugar el Día Internacional de la Mujer (más concretamente, de la Mujer Trabajadora). Se conmemoró con multitudinarias manifestaciones por todo el mundo, para reivindicar, por ejemplo, la desaparición de los techos de cristal en las empresas, o la brecha salarial y de empleo. Esta última es una cuestión especialmente debatida en los últimos tiempos y, aunque las estadísticas muestran un cierto consenso, merece la pena analizarlas.
A fecha de diciembre de 2017, según Eurostat, el 78% de la población activa masculina de la UE de entre 20 y 64 años tenía empleo, mientras que, en el caso femenino, esta tasa era del 66,5%. Así, se observa una brecha entre ambos de 11,5 puntos. Una diferencia significativa, y estancada en los últimos años, que se redujo levemente en 2014 para luego repuntar hasta
el 11,6 puntos en 2015 y 2016.
Sin embargo, existen discrepancias notables entre los países del entorno europeo, y en la evolución que han experimentado. Malta abre la clasificación con una disparidad laboral entre hombres y mujeres de 24,1, seguida de Italia y Grecia, con un 19. En el extremo opuesto figuran Lituania y Finlandia, con 1 y 3,5 respectivamente. España, por su parte, se halla por encima de la media de la UE, con un 11,9. Porcentaje al que ha llegado tras aumentar en 2,3 puntos desde 2013. Por aquel entonces, sí nos hallábamos por debajo, donde nos mantuvimos hasta 2017. Esta tendencia creciente es compartida por Hungría, que encabeza este incremento, y Chipre. Por su parte, Luxemburgo (5%) y Malta (2,7%) son los que más han reducido la brecha laboral en este periodo. Las instituciones de la UE y los estados miembros buscan denodadamente disminuir las diferencias entre géneros, y emplean estadísticas que, si bien correctas, pueden conducir a errores interpretativos. Un claro ejemplo, el de la brecha salarial. Afirmar que, ceteris paribus, las mujeres cobran menos que los hombres es falso. Si esto fuese así, todos los empresarios contratarían únicamente a mujeres y, entonces, adiós a la brecha laboral (en favor de las mujeres, por supuesto).
La sociedad occidental cada vez hace mayor hincapié en la igualdad de resultados, en lugar de en la de oportunidades. En un contexto de gran presión social en ese sentido, proponer políticas que apuesten por la segunda sin consagrar la primera resulta impopular.
Pero quizá, en lugar de culpar a la estructura patriarcal de las sociedades occidentales, quienes diseñan las políticas públicas podrían preguntarse si tras estas verdades estadísticas no se esconden diferentes elecciones vitales. La consecución de una igualdad de resultados extrema estigmatizaría a las mujeres por sus propias decisiones, como la de ser madres. Una opción que, inevitablemente, suele lastrar la carrera profesional. Hasta que no se comprenda esto, el día Internacional de la Mujer será, en exclusiva, el día Internacional de la Mujer Trabajadora.