Las pymes son un motor de crecimiento y empleo, pero su escasez de recursos o sus limitaciones en materia de capital las hace muy vulnerables cuando la economía se resiente, como ya se vio en la recesión de 2008, según informaron fuentes de la Fundación en un comunicado.
Así, entre ese año y 2017 (en cuyo segundo trimestre España superó la crisis, al recuperar todo el PIB perdido desde entonces), el porcentaje de empleados en pequeñas empresas cayó un 31,5%, y un 24,6% en las medianas, mientras que en las grandes solo lo hizo un 0,1%, por eso habría que facilitar su crecimiento y reforzarlas.
En la actualidad, las pymes soportan el 72% del empleo total, frente al 63,7% de Alemania o el 66,6% de la media de la Unión Europea, y su contribución al Valor Agregado Bruto (VAB) supone el 61,3% de este, mientras que en Alemania es del 54,4%, y del 56,4% en la UE.
En consecuencia, la desaparición de estos negocios afecta más significativamente a la economía española que a otras menos dependientes de ellos. Por eso, entre otros factores, España tardó nueve años en restablecer su PIB tras la crisis de 2008, mientras que a Alemania, Reino Unido o Francia solo les costó entre uno y cuatro años.
En esta ocasión, con unas previsiones de la OCDE al cierre de 2020 de una contracción del PIB español de un 11,6% (la mayor del mundo tras la de Argentina y lejos del 7,5% de la Zona euro), el organismo calcula una recuperación para el año 2027.
Menor productividad
Además de destruir más empleo, las pymes, debido a una menor inversión en capital y la dificultad para innovar, tienden a obtener también una menor productividad, la cual lleva estancada en España 20 años.
Coll señala que esta productividad se elevaría sustancialmente si la distribución de tamaños de las empresas españolas «se aproximase más a la de nuestros socios de la Unión Europea, ya que únicamente las grandes y medianas empresas españolas se sitúan en cuanto a productividad por delante de sus homólogas comunitarias, mientras que las microempresas o las pequeñas les van a la zaga».
Pese a las ventajas que suponen las grandes empresas en cuanto a inversión en I+D, productividad, mejores salarios y rentabilidad (para el empresario pero también para las arcas públicas, en forma de una mayor recaudación tributaria por su actividad y rendimientos), en España solo representan el 0,12% del conjunto empresarial, mientras que en Alemania ascienden al 0,47%, es decir, casi cuatro veces más.
Esta composición del tejido productivo concentrado en pymes hace a la economía española menos resiliente de cara a afrontar situaciones de crisis como la actual, de las que sale más deteriorada, por lo que incentivar el crecimiento de las empresas españolas se trata de una estrategia que, en palabras de Coll, «resultaría muy beneficiosa».