Artículo firmado por Martí Saballs
«¿Se ha planteado Freixenet abandonar su sede en Cataluña?». «No. El Estado ha reestablecido el orden constitucional con la aplicación del artículo 155. No hay razones para irnos». Respondía a mi pregunta Josep Lluis Bonet, presidente de la bodega de Sant Sadurní d’Anoia. Era el 10 de noviembre de 2017 en Barcelona. Los ecos del octubre negro catalán estaban vivos y la lista de empresas con sede fiscal en esta comunidad que decidían instalarse en otras regiones crecía progresivamente.
Bonet, presidente de la Cámara de Comercio de España, había sido uno de los pocos empresarios catalanes que en público se había mostrado más tajante contra el proceso separatista y los perjuicios que podría causar en la economía catalana. También fue de los que más confiaba en una respuesta del estado de derecho para poner fin a aquel golpe contra la Constitución y la seguridad jurídica.
En aquellos tiempos de procés hacia el acantilado, economistas, académicos y políticos de todos los colores e identidades se habían enzarzado en futiles debates sobre los efectos que la independencia de Cataluña tendría sobre su economía. El debate que mantuvieron Josep Borrell y Oriol Junqueras sirva como ejemplo. Comentando en aquella época con amigos y conocidos
independentistas sobre el futuro económico de la Cataluña independiente, era fácil darse cuenta de que los números importaban más bien poco. Valía la pena, justificaban, pasar la travesía del desierto, incluso sin agua. Lo relevante era irse de España. La amenaza de que las siete plagas de Egipto caerían sobre la futurible nueva Ítaca azuza aún más al independentista a defender de sus principios.
Siguen publicándose informes –el último, del think tank Epicenter– sobre el coste de que Cataluña se independice de España y salga de la UE, como si esto pudiera ocurrir algún día. La página ya pasó en octubre de 2017. También se analizan con datos indiscutibles los efectos que el procés ha tenido en la economía catalana. Desde la caída del PIB y el número de concursos de acreedores hasta el incremento de la deuda con el Estado. Según la Comisión Europea, de ocupar el puesto 103 como región más competitiva de Europa en 2010 (entre 271), en 2019 ocupaba el lugar 161.
La contundencia de las cifras no alterará ni un milímetro la percepción que existe en el separatismo de que TODO sigue siendo culpa de Madrid. Porque si en Madrid pagan menos impuestos es a costa de los catalanes. Cómo no, por favor. Hasta el hostelero independentista a quien la Generalitat le ha obligado a cerrar casi totalmente su negocio, estos meses está convencido de que la culpa es de la malvada España.
Los resultados de las elecciones del 14-F pueden perpetuar la situación actual, empeorarla o facilitar un viraje. Bonet, hoy presidente de Honor de Freixenet, cuyo 50% se vendió al grupo alemán Henkell en marzo de 2018, dice que la empresa sigue apostando por Cataluña. Hay esperanza.