¿Hay riesgo de deflación?
14 de mayo de 2016
Por admin

Ayer se publicó el comportamiento del Índice de Precios de Consumo (IPC) del mes de abril en España y también el de la Unión Económica y Monetaria (UEM). En España, durante los doce últimos meses los precios cayeron un 1,1%, el mínimo interanual en catorce meses. Los precios españoles se redujeron más (-1,2%) si se miden a través del Índice de Precios de Consumo Armonizado (IPCA), que es el que se utiliza para comparar la inflación de los diferentes países de la UEM.

En el conjunto de la UEM, los precios en el último año también descendieron: -0,2%; una variación muy alejada del 2% que es el objetivo del Banco Central Europeo (BCE). Son caídas de precios que siguen señalando a) los bajos precios del petróleo y b) que en Europa sigue existiendo capacidad productiva ociosa que, desgraciadamente, persiste desde hace bastante tiempo. La señal más clara de este exceso de capacidad está en el mercado laboral. La tasa  de paro de la UEM sigue por encima del 10%. Es la consecuencia de que Europa todavía tiene un crecimiento débil y frágil que es preciso fortalecer.

A esta reducción de precios también está contribuyendo la feroz competencia existente entre muchas empresas europeas y españolas (con capacidad sin utilizar) que viven bajo la presión de consumidores que quieren comprar cuanto más barato mejor buscando aquel punto de venta que les ofrezca más descuentos. Como consecuencia, a las empresas no les queda más remedio que reducir los precios para intentar aumentar su producción.

El descenso de los precios españoles, en principio, es una buena noticia para nuestra economía, ya que menores precios suponen una ganancia de poder adquisitivo de los consumidores. Una prueba de esa ganancia de poder adquisitivo queda reflejada en el espectacular aumento del consumo de las familias. El dato también es bueno porque el diferencial de inflación con la media de la UEM (nuestro principal competidor), sigue siendo negativo (-1%), lo que favorece la mejora de la competitividad de nuestras empresas en los mercados europeos. De ahí que las exportaciones de bienes y servicios españoles a la UEM estén creciendo por encima del 5% anual.

Analizando con detalle los principales bienes y servicios que han tenido reducción anual del IPC español (-1,1%) se observa que la mayoría de ellos tienen que ver con los productos energéticos, carburantes y combustibles, como son el transporte (-5,1%), los viajes organizados (-10,6%) y la calefacción y alumbrado (-14,2%). Aunque también bajan los precios de la carne de porcino (-3%) y ave (-2,4%), leche (-3,6%), el textil y accesorios para el hogar (-1,1%), las medicinas (-1,2%) y el ocio y la cultura (-2,6%).

Sin embargo, a pesar de la caída de los precios en España por ahora no hay deflación. La explicación de esta afirmación se puede encontrar en el comportamiento del núcleo duro de la inflación, es decir, en la subyacente. La inflación subyacente al excluir los componentes más volátiles del IPC, como son los alimentos sin elaborar y los productos energéticos, se queda con los elementos que tienen los precios más estables (alimentos elaborados, bienes industriales no energéticos y servicios). En marzo, la subyacente se situó en el 0,7% anual y lleva 17 meses en positivo.

Por tanto, aunque los precios continúen disminuyendo durante algún tiempo, no podemos afirmar que la economía española haya entrado en un proceso deflacionario. Recordemos que la deflación es una caída persistente de los precios (más de un año), generalizada (afecta a los precios de la mayoría de los bienes y servicios) y significativa (caídas superiores al 2%). Pero, además, la deflación se caracteriza porque genera en las familias y en las empresas expectativas de futuras reducciones de precios que les animan a retrasar las compras de bienes de consumo duradero a la espera de que sigan bajando los precios. Sin embargo, esto no está sucediendo. Los datos de Contabilidad Nacional que se publicarán el 26 de Mayo  confirmarán que la economía española creció en el primer trimestre a un 3,2% anualizado y que la demanda de bienes de consumo siguió tirando con fuerza.

Aunque no esté habiendo deflación, sí hay riesgos de que se pueda producir: la subyacente, anual, se ha reducido del 1,1% en marzo al 0,7% en abril. Es poco probable, pero de producirse tendría graves consecuencias para nuestra economía. Efectivamente, la caída de precios puede ser negativa si se generalizase a la mayor parte de los precios, se alargase en el tiempo y aumentase en intensidad. Es más si las actuales caídas de los precios de los combustibles se acabaran filtrando, en rondas de segunda vuelta, es decir, en bajadas de precios en otros productos diferentes a los hidrocarburos se generaría un proceso deflacionario.

Por ahora los menores precios son una buena noticia para nuestra economía, ya que se deben a los bajos precios de la energía, y suponen una ganancia de poder adquisitivo para los consumidores, a la vez que un aumento de competitividad para nuestras exportaciones. 

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