La evolución actual de las economías occidentales está marcada por un rasgo desconocido hasta ahora: la prolongación de la fase de expansión del ciclo económico. Por ejemplo, en economías como la de Estados Unidos, ésta dura ya diez años, cuando la extensión más frecuente del ciclo económico completo (es decir, la suma de la fase de expansión y la de recesión) en los últimos dos siglos ha sido de 11 años. Más allá de posibles condicionantes, como las políticas monetarias híper-expansivas aplicadas desde 2008 en todo el mundo, uno de los motores del crecimiento está siendo el sector exterior.
Partiendo de esta base, y si se toma en consideración la estructura de los intercambios de una economía con el resto del mundo, dos son los elementos a vigilar: por un lado, el comportamiento financiero de los diferentes pares de divisas debido a las fluctuaciones en la oferta y demanda de éstas, y, por otro, las variaciones estructurales en la oferta y demanda de los bienes y servicios que son objeto de salida o entrada entre el mercado nacional y el extranjero. La unión de estos dos enfoques da como resultado una medida de la competitividad de un país, tanto vía tipo de cambio nominal, como vía precio, al calcular las oscilaciones del valor a través del índice de precios relativos. Así, países que comparten la misma moneda, como los miembros de la Zona Euro, registran variaciones en su competitividad a través del precio relativo de sus bienes y servicios con respecto a los de otros integrantes de la misma área monetaria. Esto puede representarse por medio del diferencial de inflación entre dos países miembros de la Eurozona, expresada ésta en términos de precios armonizados según la metodología de Eurostat.
Analizando estos dos escenarios, puede verse hasta qué punto un país o un grupo de ellos han ganado o perdido competitividad real entre 2016 y 2017 respecto a tres de las principales potencias comerciales a nivel global: Estados Unidos, China y Alemania. Esto indica la tendencia del comercio exterior y, especialmente, si un país puede sostener o no a medio plazo las ventajas competitivas que haya acumulado desde la crisis de 2008. De los diferentes países estudiados, este informe se centrará en aquellos que son miembros actuales de la OCDE y, en un segundo paso, en los que, formando parte de ella, están a su vez dentro de la Eurozona. En concreto, se detiene en el caso de España, que, a día de hoy, mantiene un fuerte superávit en la cuenta corriente, en el entorno del 2% del PIB.
¿Hasta qué punto este superávit podrá mantenerse en el tiempo y, sobre todo, cuál es la evolución esperada del déficit en la balanza comercial de bienes si, por ejemplo, el precio del petróleo Brent sube de forma sostenida por encima de los 60 dólares por barril?
Evolución de la competitividad real respecto a Estados Unidos
Entre 2016 y 2017, sólo seis países miembros de la OCDE han ganado competitividad real respecto a Estados Unidos. Si bien en Suecia y en Suiza prácticamente no ha habido variación del tipo de cambio nominal, el alza de los precios (que han crecido más en Estados Unidos que en estos países) ha permitido este aumento de competitividad real. En otros casos, como los de Reino Unido y Turquía, el comportamiento de los precios ha frenado el incremento de competitividad real, aunque ha sido bastante más fuerte en Turquía (-9,01%) que en Reino Unido (-0,51%). China y Japón, por último, han recuperado terreno frente a Estados Unidos entre 2016 y 2017. Sin embargo, las mayores pérdidas de competitividad con respecto al dólar real las han registrado Islandia, la República Checa, Israel y Chile. Gracias a una mayor austeridad en el índice de precios, Israel ha frenado la sangría de competitividad provocada por la apreciación nominal de su divisa contra el dólar (-6,28%), la cual daña sus exportaciones, especialmente dentro del sector de alta tecnología y también las agrícolas y agroalimentarias.
Si bien la depreciación nominal del dólar con respecto al euro ha perjudicado de forma aparente al sector exterior de la Eurozona, puede verse hasta qué punto la posición de fortaleza de las exportaciones europeas apenas ha retrocedido en 2017. El tipo de cambio real sigue estando por debajo del tipo de cambio nominal, lo cual es un indicador de infravaloración. Indicadores alternativos como el Índice Big Mac abundan en esta dirección cuando se analizan los movimientos del tipo de cambio de euros a dólares.
Evolución de la competitividad real respecto a China
En este caso, sólo son tres los países que experimentan mejoras de competitividad relativa con respecto a China: Turquía, Reino Unido y Japón. Entre 2016 y 2017, el yuan chino se ha depreciado con respecto a la totalidad de sus socios comerciales en términos reales y efectivos (- 2,17%), revertiendo la pérdida de competitividad acumulada desde 2013, especialmente contra el dólar, la libra esterlina y los principales países europeos con los que mantiene importantes relaciones comerciales, caso de Alemania.
Evolución de la competitividad real respecto a Alemania
Si se restringe el análisis a los países de la Zona Euro (en torno a dos tercios de las exportaciones e importaciones de los miembros se producen entre ellos), surgen varias diferencias respecto a su comportamiento frente a Estados Unidos y China. El tipo de cambio real de Alemania se ha apreciado un 1,46% en relación al dólar, lo que supone una pérdida de competitividad real respecto a Estados Unidos. Ésta, sin embargo, ha sido mitigada por la contención de los precios relativos EEUU/Alemania, cifrada en 0,39 puntos. Por tanto, al subir más los precios en el país americano que en el teutón, los bienes de este último se han abaratado relativamente, amortiguando en parte la pérdida de competitividad real.
Una vez examinado el comportamiento de Alemania, el resto de países miembros de la Eurozona y también de la OCDE se caracterizan por una pérdida generalizada de competitividad respecto a los germanos, y pueden clasificarse en dos grupos: aquellos en los que el diferencial de inflación armonizada ha mejorado respecto a Alemania y otros donde empeora.
En el primer grupo se sitúan la mayor parte de los países de la Eurozona, los cuales experimentan un diferencial favorable de inflación con respecto a Alemania, ya que aquí los precios crecen de una forma más rápida que en Irlanda, Finlandia o Francia, entre otros. En el segundo, encontramos, en orden de mayor a menor diferencial de inflación, a los países bálticos, Bélgica, Austria y España. En el caso de nuestro país, este indicador respecto Alemania ha empeorado en 0,22 puntos porcentuales, lo cual le hace perder un 2% de competitividad real.
En última instancia, este indicador de competitividad-precio muestra una desventaja, la de la “inflación estructural” que padece la economía española desde hace décadas. A pesar de que en las estadísticas generales no parezca ser un problema en términos absolutos, sí podría empezar a serlo en los relativos, al compararla con la evolución de los precios en Alemania y en la media de la Eurozona o, como señala el Cuadro Macroeconómico que presenta el Proyecto de Presupuestos Generales del Estado para 2018, si el precio del petróleo se consolida en el entorno o por encima de los 66 dólares por barril.
Por tanto, en un contexto de unión monetaria y de imposibilidad de una devaluación nominal por no poseer competencias de política monetaria (menos aun cuando ésta tenderá a ser más restrictiva, tal como ha anunciado el Banco Central Europeo), la economía española necesita vigilar el movimiento de los precios controlando posibles presiones inflacionistas, sobre todo a través de la contención de los salarios públicos y el incremento de la competencia en sectores regulados. De esta forma, se podrán conservar las ventajas competitivas ganadas en los últimos 4-5 años (por ejemplo, respecto a sus más importantes socios comerciales, como lo son Francia, Italia, Portugal o la propia Alemania).
Conclusiones
Si bien el mercado de divisas condiciona de forma extraordinaria la competitividad de un país, a largo plazo los movimientos de una moneda con respecto a otra no son más que una forma de poner precio a dos economías con estructuras productivas diferentes y políticas económicas dispares. En el caso de la Eurozona, el objetivo prioritario pasa por retomar la senda de la convergencia real, de manera que un euro de Alemania no “valga” más que un euro español o italiano. En definitiva, que la Eurozona se comporte como la unión monetaria que es, y no como un conjunto de países a “dos velocidades”, tal y como viene sucediendo desde 2008.
Apéndice
Tabla 1. Tipo de Cambio Real Estados Unidos
Tabla 2. Tipo de Cambio Real China
Tabla 3. Tipo de Cambio Real Alemania