Desde que comenzó la crisis de deuda de 2010, el Banco Central Europeo (BCE) le ha dado la vuelta por completo a su política monetaria: el tipo de interés de referencia está en niveles negativos. Lo que significa que este organismo cobra a los bancos por tener sus depósitos allí. Esto ha llevado a que los depositantes hayan dejado de percibir intereses por ello, obligando incluso a los grandes clientes a pagar por tener dinero en el banco.
¿Por qué el BCE ha dejado los tipos de interés en niveles cercanos a cero? En un entorno de actividad económica débil y baja inflación, esta política monetaria persigue incentivar a los bancos a que concedan más créditos (tanto a empresas como a particulares), para que éstos inviertan, presten o consuman, en vez de pagar una cuota por mantener ese dinero en la cuenta bancaria de manera segura. El origen de esta estrategia se remonta a finales del siglo XIX, cuando el teórico financiero Silvio Gesell propuso la creación de un «impuesto sobre la tenencia y retención de dinero», con el fin de evitar que las personas acumularan efectivo.
Esta política monetaria se está traduciendo, entre otras consecuencias, en más crédito para el consumo. Si observamos la media nacional, podemos comprobar que la tendencia ha sido claramente creciente en los últimos años. En 2011 se empezaron a bajar los tipos de interés de referencia y, hasta el día de hoy, el consumo ha seguido aumentando, en promedio, por encima de lo que lo hace el PIB. Hay que remarcar, eso sí, que esto no se debe solamente a las políticas monetarias implementadas por el BCE, sino a un mayor dinamismo de la economía española.
Según datos de la Asociación Nacional de Establecimientos Financieros de Crédito, el crecimiento del crédito al consumo se ha intensificado especialmente entre 2015 y 2016. En concreto, el incremento ha sido de un 14% interanual, con dos protagonistas principales: por un lado, el crédito para la adquisición de automóviles y, por otro, el destinado a financiar alimentación, viajes, ropa y calzado.
Si sumamos toda la concesión de crédito para bienes de consumo, tanto duraderos como no duraderos, vemos cómo tres comunidades (Madrid, Cataluña y Andalucía) acaparan el 56,65% de todos los nuevos préstamos. Y éstas son, precisamente, las regiones donde se ha producido un mayor crecimiento del consumo privado en términos interanuales. Les sigue la Comunidad Valenciana y, a bastante distancia del resto, Canarias.
Sin embargo, esta relación no es homogénea en todas las comunidades. En este sentido, en regiones como País Vasco, Castilla y León, Cantabria o Asturias, el aumento del consumo muestra ritmos superiores al del crédito para este fin. Esto supone que, en estas regiones, el consumo no es tan dependiente del crédito como ocurre en Madrid, Cataluña o Andalucía. Endeudarse para consumir más tiene un riesgo evidente: el exceso de carga que esto supone sobre la renta familiar. Lo que recuerda que, mientras las cosas van bien, uno puede gastar más de la cuenta, pero que hay que hacerlo siempre con moderación.