La universidad de Standford acaba de publicar su sexta edición del índice de Inteligencia Artificial (IA), una publicación que esclarece las sombras y las luces de esta ciencia. La potencialidad de los sistemas que incorporan IA ha mejorado tanto, que su implantación resulta ya imprescindible en fábricas, empresas e instituciones. Lamentablemente, la creciente pujanza de la IA conlleva tanto entusiasmo como recelo. Aparentes grandes progresos en muy poco tiempo se han convertido en sonoros fiascos, lo que ha llevado a que los inversores sean cada vez más cautelosos. Por ejemplo, si fuera cierto que un vehículo equipado con la batería Phoenix Cell, de la compañía china Greater Bay Technology, da una autonomía de 1.000 Km y se recarga en 6 minutos, habría un desplome brutal en los mercados financieros de las compañías rivales.
Esta desconfianza la refleja el dato de que la inversión privada mundial en IA fuera de 91.900 millones de dólares en 2022, lo que supone un descenso del 26,7% desde 2021. El número total de eventos para captar financiación para la IA, así como el número de empresas de IA que obtuvieron fondos, también se redujeron. Hay bastantes áreas en las que el retorno de la inversión arroja un gran riesgo, porque las técnicas son muy novedosas y compiten entre ellas en una guerra sin cuartel.
Aunque el rendimiento que tendrá la inversión en IA es impredecible, lo que sí es cierto es que la demanda de competencias profesionales relacionadas con la IA está aumentando. Estados Unidos ofrece datos muy reveladores sobre el número de ofertas de empleo relacionadas con competencias en IA, siendo su aumento de un 1,7% en 2021 a 1,9% en 2022.
Respecto la inversión privada en IA, una vez más, Estados Unidos el líder, siendo de 47.400 millones de dólares en 2022. Esta cantidad fue aproximadamente 3,5 veces la cantidad invertida en el siguiente país, China (13.400 millones de dólares). Estados Unidos también sigue a la cabeza en cuanto al número total de nuevas empresas de IA financiadas, con 1,9 veces más que la Unión Europea y el Reino Unido juntos, y 3,4 veces más que China.
Otra realidad incuestionable es que los empleadores norteamericanos buscan cada vez más trabajadores con competencias relacionadas con la IA. Es muy sugerente revisar las competencias en IA que reflejan de ofertas de empleo en Estados Unidos. Allí la más demandada, con 296.662 solicitudes, fue Python, un lenguaje de programación ampliamente utilizado en las aplicaciones web, el desarrollo de software, la ciencia de datos y las máquinas de aprender (machine learning). Le siguen la informática (260.333), el lenguaje de programación SQL (185.107) y el análisis de datos (159.801).
Las dos preguntas insoslayables sobre la IA son: ¿Mejorará la productividad o la estancará? ¿Aumentará los salarios o conducirá a la sustitución masiva de trabajadores? Quizá, si la transición se hace con un ritmo equilibrado el resultado será mejor. Sin embargo, mi gran temor sobre la IA es otro: su aplicabilidad para procesar información sobre las personas. Esta introspección en nuestra vida privada permite que las compañías que nos prestan servicios exploten nuestra privacidad por puro afán de lucro. Nada es gratis y cada vez que requerimos información, contribuimos a hacer más completo el algoritmo que integra nuestras características personales, lo que les permite influirnos y manipularnos. Recuerde: sin privacidad no puede haber libertad.